Uno de los síntomas más evidentes de la mayor aceptación de los cómics como subgénero narrativo es la aparición de todo tipo de argumentos, incluso la biografía de un filósofo. Hace unas pocas décadas, el cómic estaba limitado a historias un poco ramplonas (principalmente por estar orientadas hacia un público juvenil) de "superhéroes"; hoy, la llamada novela gráfica (probablemente piensen que es una denominación más noble, más adulta) toca todo tipo de temas, se adaptan, incluso, grandes obras de la narrativa de todos los tiempos (como, por ejemplo, la apabullante e inmortal En busca del tiempo perdido de Proust). Otro ejemplo de cómic de nuevo cuño son las biografías. Hace tiempo referí en una entrada la de Joyce elaborada por quizás el mejor historietista español, Alfonso Zapico, que tituló Dublinés.
La conversión en novela gráfica de la vida y obra de Nietzsche viene avalada por un joven aunque prestigioso historietista, Maximilien Le Roy, y por un supuesto filósofo nietzscheano, aunque el prefiere denominarse "hedonista ético", como es Michael Onfray. El resultado es una obra única, no exenta de dificultad, lo que asegura que no será nunca un "best-seller", pero que, como antes decía, engrandece este subgénero literario y lo abre a más amplios horizontes.