jueves, 23 de mayo de 2019

"Dora Bruder", de Patrick Modiano.

 Otra más de Modiano. En el prólogo de la edición en la Colección Austral del Grupo Planeta, firmado por Adolfo García Ortega, dice textualmente: "Creo que he leído prácticamente todo lo que ha escrito, y por eso puedo decir que Dora Bruder es su mejor novela", me parece una exageración. Dora Bruder es muy "modianesca": ambientada en París, personajes evanescentes, aspectos biográficos integrados de forma sutil o brusca... pero de ahí a decir que es su mejor novela... En esta novela, Modiano trata de recuperar (más con ficción que con datos reales) la vida de una chica de quince años, Dora Bruder, que desaparece en el París de la ocupación nazi (periodo, por cierto, también muy modianesco), época terrible para desaparecer de una suerte de internado de monjas si se es de familia judía. Aquí están los mimbres de toda la novela, lo demás es el oficio de escritor de Modiano que recupera datos reales, inventa otros, deforma algunos, introduce aspectos propios... es decir los abecé de la creación literaria de ficción.
  Eso es lo que más me gusta de escribir, lo que hace de mí un modesto advenedizo en ese campo: la capacidad de fabular a partir de un molde real, sin buscar la verdad indiscutible (que, muy probablemente, no exista) aunque sí que sea verosímil. Con ese principio se pueden idear millares de mundos imaginarios que, en mi opinión, son el gran aporte de la literatura (tanto para el lector como para el escritor) y que nos permite a muchos seguir alentando en la grisura de la existencia.
 En fin, después de esta reflexión existencial un tanto tragicómica diré que Dora Bruder es otra novela que engancha sin que uno sepa por qué. La prosa de Modiano es como siempre: ligera, breve, directa, sin artificios y certera; los temas llegan al lector porque son fáciles de empatizar con ellos, aunque el trasfondo histórico es el del holocausto y la Segunda Guerra Mundial, Modiano lo enfoca en los sentimientos de personas corrientes y molientes; pero a pesar de la brutalidad de los hechos, el francés lo hace sin aspavientos, con una naturalidad que impacta más que los adjetivos grandilocuentes.
  Los recuerdos personales del propio escritor son introducidos en la novela a la vez que va desgranando (o inventando, vaya usted a saber) lo poco que se sabe de la protagonista. Hay más de veinte años de diferencia (pues Dora Bruder desaparece en el 41 y Modiano nace en el 45), pero le da el mismo tratamiento a los pensamientos y sentimientos que debieron asediar a aquélla y los que le acongojaron a él a sus veinte años; por otra parte, el mismo escenario, aquel barrio de París, da la ligazón suficiente para que los flash-backs del escritor no queden extraños.

sábado, 18 de mayo de 2019

"Que se mueran los feos", por Boris Vian.

 Reconozco que leí por primera vez sobre Boris Vian hace pocos meses, en uno de esos certámenes literarios a los que uno lanza relatos y novelas como un náufrago lanza botellas al mar. A través de ese concurso me enteré de que el tal Vian fue un escritor francés de primera mitad del siglo XX (nacido en 1901 y muerto en 1939) que se asocia a aquel grupo de escritores un tanto desbarrantes (tendentes al surrealismo y a la experimentación literaria, diría un "erudito") que se reunió en torno al ficticio "Colegio de patafísica" que contó además con gente tan acreditada como Marcel Duchamp, Raymond Queneau o el propio Fernando Arrabal. Era gente con una visión artística y lúdica de la existencia, muchos de ellos dominaban distintos artes y conocimientos (Duchamp como artista pictórico y ajedrecista, Queneau como matemático y escritor, el propio Vian como escritor y músico de jazz...); en fin, eran tipos ciertamente interesantes. Así que, ni corto ni perezoso, decidí leer algo del tal Vian... y compré Que se mueran los feos.
  Y tengo que decir... que no me está gustando nada. No sé, tal vez tenga gustos literarios demasiado clásicos pero la verdad es que esta novela no me parece de gran calidad. Es una suerte de novela negra ambientada en California, muy rápida de ritmo, argumento hiperviolento y muy superficial... Quiero decir superficial porque, por ejemplo, los personajes están muy someramente delineados, el argumento general un tanto predecible y no hay argumentos secundarios. Me parece una novela negra escrita por un principiante. En la contraportada, los de Tusquets dicen que es una "delirante y corrosiva parodia de novela negra", pero, francamente, o esa parodia es muy sutil o más bien parece una novela defectuosa. Lo que quizá pase es que de la poca novela negra que he leído (no me gusta el subgénero, también hay que decirlo) lo que más he leído es de Georges Simenon, no del Comisario Maigret pero sí otras del mismo subgénero como aparecen sus reseñas en este blog. Claro, el belga es uno de los maestros de la novela negra, y aunque no me guste el subgénero, leyendo a Simenon veo lo contrario a esta novela de Vian: los personajes son redondos, están muy bien delineados y se aprecia evolución a lo largo de la novela; el argumento general no es en absoluto predecible (esto es, creo yo, la gran virtud de la novela negra); y hay varios argumentos secundarios que enriquecen el texto enormemente. Además, la prosa de Simenon es lenta, adjetivada, con profusión de frases subordinadas... mientras que la de Vian es rápida, con frases cortas y aspecto de crónica periodística.
 ¡Vaya, que no me está gustando! Pero no quiero ser injusto: el tal Boris Vian, como todos los del Colegio de Patafísica, fue un tipo poliédrico, y bien podría ser que probara varios subgéneros narrativos con distinta fortuna. Por ello, cuando compré Que se mueran los feos, también cogí La espuma de los días, de subgénero y argumento totalmente distinto. Pero primero veremos que tal acaba ésta.

viernes, 17 de mayo de 2019

"The Fool on the Hill", by Lennon and McCartney.

Day after day, alone on a hill
The man with the foolish grin is sitting perfectly still
Nobody wants to know him
They can see that he's just a fool
But he never gives an answer
 
But the fool on the hill
Sees the sun going down
And the eyes in his head
See the world spinning round
 
His head in a cloud
The man with a foolish grin is talking perfectly loud
But nobody wants to hear him
They can see that he's just a fool
But he never gives an answer
 
But the fool on the hill
Sees the sun going down
And the eyes in his head
See the world spinning round
 
But nobody wants to know him
They can see that he's just a fool
But he never gives an answer
 
But the fool on the hill
Sees the sun going down
And the eyes in his head
 
See the world spinning round
 
But the fool on the hill
Sees the sun going down
And the eyes in his head
See the world spinning round

Inciso cinematográfico: "Ace in the Hole", dirigida en 1951 por Billy Wilder.

 Con Billy Wilder uno no para de sorprenderse. En primer lugar, por su calidad, no hay una película mala; en segundo lugar, porque es capaz de tocar todos los géneros cinematográficos habidos y por haber... En fin, un genio. Ace in the Hole (presentada en España como El gran carnaval) recibió muchos premios en el ámbito "independiente", concretamente en el Festival de Venecia; otros  premios más comerciales no quisieron, obviamente, galardonarla; y, por supuesto, la crítica periodística  se cebó con ella tildándola de mediocre e ingenua... En fin, tal vez se vieron reflejados. Porque el tema principal de Ace in the Hole es la corrupción periodística en su grado máximo, cocinada con la mediocridad humana que hace que nadie se mueva una pulgada si no es por interés y aderezada con la estupidez social ante los grandes espectáculos. La película, en mi opinión, es una obra maestra, no sólo en el plano argumental sino también en el actoral y el de dirección. Sus dos horas de metraje se hacen cortas ante la inmensa calidad de lo que uno está viendo.
Imagen tomada del sitio rottentomatoes.com
  Por cierto, el título El gran carnaval fue dado por la productora ante los problemas comerciales que tenía el otro título, en España se pudo haber traducido como Un as en la manga que es la traducción correcta del "idiom" inglés Ace in the hole, es decir un recurso que alguien tiene oculto; en el caso de la lengua original tenía además la coincidencia de que el as en cuestión (el recurso) se encuentra ciertamente en un agujero.
 El argumento es el siguiente: Chuck Tatum (Kirk Douglas) es un periodista de gran valía y escasos escrúpulos que se encuentra sin trabajo quizás por causa de un excesivo amor por la botella. Huyendo de todo acaba en Nuevo México donde encuentra trabajo en un pequeño periódico local. La ideada población de Escudero da poco chicha periodística para un tipo como Tatum, él está acostumbrado a los grandes titulares sensacionalistas de la gran prensa; y, en esto, salta la liebre: un tipo del pueblo queda atrapado en una gruta mientras busca cerámica india, se inicia un protocolo de rescate y allí ve el periodista un filón. En pocas horas, Tatum se hace con el control de la situación: los padres del atrapado confían plenamente en su capacidad de llamar la atención de los medios; el sheriff, que busca la reelección en ese tiempo, cierra la puerta del rescate a todo aquel que no sea Tatum; el propio periodista dilata en el tiempo el rescate utilizando un método más complejo para que no se le escape la atención que genera el morbo... En fin, que se monta todo un circo mediático en torno al rescate del accidentado, lo cual genera, claro está, pingües beneficios para el periodista, pero también para su periódico, el sheriff e incluso la familia. La cosa se acaba por ir de las manos cuando, por tanto esperar, el accidentado acaba muriendo.
Imagen tomada del sitio rottentomatoes.com
  En definitiva, la película es un fresco realista de la mediocre condición humana, siempre tratando de conseguir ventaja aunque sea del sufrimiento del prójimo. Digo que critica al ser humano, pero lo hace principalmente en el periodismo sensacionalista que hoy parece haber enseñoreado de toda esa profesión, así como de otras muchas. Lo terrible es que esta película es del año 51 y todavía hoy en día sigue pasando exáctamente lo mismo cuando hay una desgracia humana. Esta cinta debiera ser de obligado estudio en todas y cada una de las facultades de ciencias de la información... y, en general, para todos aquellos que tengan algún principio moral aunque, a estas alturas, ya esté un poco enmohecido.

viernes, 3 de mayo de 2019

"Bienvenidos al Sabbath", relatos de brujería y satanismo recopilados por Valdemar.

 Otra compilación de relatos de terror (esta vez, según subtítulo, de satanismo y brujería) de la editorial Valdemar, ya no sé cuántas he leído. Siempre digo lo mismo: es una excelente combinación de escritores de la mejor calidad, con relatos menores, todo hay que decirlo, pero, aún así, de una alta valía. Autores como: Stevenson, Lovecraft, Hawthorne, Robert E. Howard, Robert Bloch o Richard Matheson, es una selección envidiable.
  Han clasificado los relatos en cinco categorías: Brujas, Sabbath, Pacto satánico, El diablo y Otros ritos, aunque, en realidad, todos participan un poco de todos esos temas a la vez.  Una vez más, los temas acaban siendo lo de menos y lo de más es la apabullante clase de los escritores; así este pequeño volumen se convierte en una pequeña joya que puede uno llevar a todos lados para aislarse de la mediocridad social imperante disfrutando de las pocas cosas interesantes creadas por la humanidad.
  Obviamente, tanto la brujería como el diablo o los pactos satánicos han sido temas recurrentes de la literatura fantástica de todos los tiempos, aunque ha sido especialmente abundante desde la Literatura Romántica hasta nuestros días, una vez superadas las imposiciones censoras del cristianismo político (obispos, curas y demás gentuza diciendo que tenía que pensar la gente); así, la revisión de la brujería tras haber superado las salvajadas de Salem y otras poblaciones del Nuevo Mundo en el que decenas de mujeres principalmente fueron quemadas a la más mínima acusación sin pruebas de ser brujas permite recuperar la capacidad de aterrar al lector por parte de los grandes escritores, en esta orilla y en la otra del Atlántico.
 El formato de bolsillo de la colección El Club Diógenes de Valdemar (tan solo 19cm x 12cm) lo hace especialmente agradable para llevar a cualquier lado, además de reducir notablemente su coste. Ideal para aquéllos de nosotros que compramos libros para leer, no para presumir ante nadie

martes, 23 de abril de 2019

"Devoradores de cadáveres", por Michael Crichton.

 Con superventas como Crichton nunca se sabe. Reconozco tener prejuicio frente a aquellos escritores que venden como rosquillas, tiendo a pensar que es todo puro artificio empresarial (editorial) y que la calidad literaria no llega ni a la mitad de lo que se promete. Y claro, poca gente como Michael Crichton es ejemplo de ventas por decenas de millones (superventas de librerías de aeropuertos, por ejemplo); léase: Parque Jurásico, Congo, Timeline, The Lost World y tantas otros éxitos de ventas en todo el planeta. Además, el americano fue guionista de exitosísimas series se televisión como Urgencias. En fin, reconozco que el prejuicio que nos mueve a muchos contra los escritores superventas está en cierta medida basada en la envidia (supongo que insana) a quien se convierte en un Rey Midas del "negro sobre blanco".
  Además, muchas novelas de Crichton han sido adaptadas a la gran pantalla con espectaculares resultados de público y crítica. Así ocurrió con Devoradores de cadáveres (Eaters of the Dead, título original) que fue llevado al cine con el título de El guerrero número trece por el director John McTiernan, protagonizada por Antonio Banderas. 
 En todo caso, prejuicios al margen, la novela en cuestión es muy efectiva, teniendo en cuenta que se presenta como un libro de viajes transcrito de un diplomático bagdadí del siglo X (Ibn Fadlan, personaje real) que será secuestrado por un grupo de vikingos a orillas del río Volga. A partir de ahí, la imaginación del escritor (pergeñador de grandes ficciones, sobre todo relacionadas con el ámbito científico) se dispara. El árabe es llevado a Escandinavia, donde se supone que ha de enfrentarse a una tribu de descendientes de neandertales que con regularidad atacan a los vikingos, que el autor enlaza con el mito de Beowulf. En fin, el argumento es brillante, como casi siempre en Crichton; algunos dirán que es demasiado fantasioso, pero para eso está la narrativa de ficción.
  En cualquier caso, Devoradores de cadáveres es una novela breve interesante, que puede leerse casi de un tirón. No me ha gustado mucho que estuviera como libro de viajes (narrado con sencillez en primera persona) en lugar de la típica narración en tercera persona por un narrador omnisciente, pero he de reconocer la gran capacidad fabuladora que tuvo este tipo.

viernes, 12 de abril de 2019

"Writer's needs", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com)

Imagen tomada del sitio www.incidentalcomics.com

XXVII Feria del libro antiguo y de ocasión, Valladolid

 Un año más, la feria del libro antiguo y de ocasión de Castilla y León. Van veintisiete, que no son muchas, teniendo en cuenta que en esta ciudad ha habido ferias de libro desde tiempo inmemorial.
  Como siempre, el mejor lugar posible: el Paseo central del Campo Grande y en una época, primavera, que parece idónea para pasear entre casetas. Las casetas no son muchas (veintiuna) pero están las más importantes de la ciudad y del resto de la comunidad, además de alguna de fuera.
 Tengo sentimientos encontrados con estas ferias, por un lado siempre voy y normalmente compro algo (hoy, un par de novelas de Mundodisco de Pratchett) y por otro lado siento una terrible pena al ver libros que son mercadeados como fardos. Pienso en sus antiguos dueños, muchos fallecidos, otros indiferentes ante el futuro del libro... Me parece triste porque no concibo una casa sin libros, por muy viejos que estén y poco que nos interesen. Yo, que me crié en una casa prácticamente despoblada de libros y que, tal vez en parte por ello, tengo más de dos mil ejemplares en la mía, siento nostalgia al ver libros fuera de una estantería, la imagen que más me hace sentir "en casa".

sábado, 6 de abril de 2019

"Imágenes en acción", una aventura del Mundodisco, por Terry Pratchett.

 Décima entrega del paródico "altermundo" creado por Pratchett: el Mundodisco, ese extraño mundo con forma de disco que descansa sobre las espaldas de cuatro gigantescos elefantes que, a su vez, reposan sobre la concha de la inmensa tortuga cósmica, la Gran A'Tuin. Ese mundo totalmente inventado por el inglés que, en principio, no tiene nada que ver con el nuestro pero que en verdad es un esplendoroso sarcasmo de nuestra sociedad.
 El protagonista es, como casi siempre, un perdedor nato, un antihéroe que da mas pena que risa, Víctor Tugelbend, un estudiante sempiterno de la Universidad Invisible que, por pura casualidad, acaba siendo la estrella de la incipiente industria cinematográfica de Ankh-Morpork. Y eso que decir industria cinematográfica es mucho decir: se trata de un invento en el que unos pequeños demonios son introducidos en una caja (remedo de una cámara de vídeo) y dibujan a toda velocidad imágenes esquivando los pequeños látigos que les azotan las espaldas al girar la manivela.
  Una vez más, la traducción vuelve a provocar una mala pasada: el título original, Moving Pictures, tiene un doble sentido, el que se ha dado en la traducción española, Imágenes en acción, pero también podría ser traducido como "imágenes emotivas" o "imágenes conmovedoras". Eso es lo malo de no leer en versión original, que se pierden muchos dobles sentidos por muy bueno que sea el traductor. En otros casos la burla de Pratchett es muy evidente y no sufre al traducir, como el hecho de que la ciudad cercana a Ankh-Morpork en la que se rueda se llame Holy Wood (evidente burla de Hollywood). En realidad, la novela es una sátira de esa industria cinematográfica, mostrando actores mediocres que no saben hacer la o con un canuto, directores incapaces de transmitir una idea y productores avaros que perjudican su propia película.
  Cuantísimos actores negados como el tal Tugelbend han poblado las películas de Hollywood, cuántos pésimos directores como Silverfish o productores terribles como Y-voy-a-la-ruina Escurridizo (un tipo capaz de vender los productos más infames a quien no tenía la más mínima intención de comprarlos). En fin, Pratchett vuelve a reírse de todo y de todos con ese humor anglosajón que no deja títere sin cabeza en nuestra honorable sociedad.