Hacía años que había leído sobre Rigoni Stern, concretamente desde que caí rendido ante la doble vertiente de escritor de Primo Levi (la del superviviente de los campos de concentración en su Trilogía de Auschwitz, y la del cuentista de ciencia ficción en multitud de extraordinarios relatos). Parece ser que Levi y Rigoni, ambos devenidos escritores tras traumáticas experiencias bélicas, llegaron a desarrollar una firme amistad. Esa amistad no sólo se fundamentaba en ese pasado militar, sino también en su amor sin ambages por la montaña, por sus paisajes puros casi libres del dominio humano. Precisamente ese amor por la montaña lo compartían con Paolo Cognetti, de quien recientemente leí La felicidad del lobo, novela en la que recordaba novelas y relatos de Rigoni. Y eso ya me picó la curiosidad lo suficiente como para leer la obra más conocida de Rigoni Stern, El sargento en la nieve.
Según parece, Rigoni, al igual que Levi, fueron grandes superventas desde la Italia de posguerra y hasta hace pocas décadas; quizá porque tras la derrota de la Italia fascista de Mussolini, todo cambió en el país transalpino, provocándose un benigno revisionismo pacifista que pasara página de tan belicosa época. En nuestro país, desgraciadamente, no fue posible este revisionismo balsámico; digo esto porque los hechos que narra este texto (la desastrosa retirada italiana de Rusia en 1943) tuvo su equivalente en el ámbito español con la famosa División Azul, aunque aquí no se aprovechó su derrota (de hecho, fue camuflada como victoria moral) para logar una catarsis colectiva que tanto bien habría hecho. Luego profundizaré sobre este tema.
Argumento de El sargento en la nieve: novela autobiográfica de Mario Rigoni Stern, italiano de Asiago (Vicenza) que se enrola en la Escuela militar de alpinismo de Aosta pocos meses antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial. Parece ser que sirvió en Albania antes de ser destinado a Rusia, concretamente en el que fue llamado 8º Ejército italiano, enviado por Benito Mussolini como apoyo a las fuerzas alemanas que trataron de tomar Stalingrado desde agosto de 1942 hasta febrero del año siguiente (sin conseguirlo finalmente). Particularmente, la novela de Rigoni narra la retirada de Rusia y Ucrania de los restos de esa fuerza militar italiana que fue masacrada por la superioridad en hombres y armamento de los soviéticos. La novela está estructurada en dos partes, siendo la primera, El reducto, la tercera parte del total, ocupándose, por tanto, casi todo en El cerco, narración de ese cerco que el Ejército Rojo ejerció sobre los italianos masacrándolos casi en su totalidad. Pues bien, Mario Rigoni Stern fue sargento mayor en esa fuerza militar italiana, sufrió las temperaturas extremas del invierno ruso (cerca de -20 ºC) además, claro, de la fuerza ofensiva rusa, y, en un posterior cautiverio nazi, escribió sus meticulosas memorias de estos terribles hechos.
La narración es plana, sin afán moralizante ni siquiera tomando partido por su propio bando. Se trata de la narración desapasionada de la guerra en toda su brutalidad, contado fríamente. El éxito de la novela está en que primeramente se van presentado a los protagonistas, aparte del propio Rigoni, con la humanidad normal de unos chicos de veintitantos años, con su despreocupación y alegría típica. Estos mismos chicos irán muriendo lentamente con los sucesivos ataques soviéticos. Para cualquier alma sensible es de una crudeza difícil de soportar, toda vez que se sabe totalmente fiel a la realidad.
Por tanto, la novela no es antibelicista, pero el efecto que provoca (repito, en almas sensibles) es antibelicista a más no poder. Esto es lo que llevó a un éxito enorme a la novela a partir de los años cincuenta del pasado siglo en su país: la necesidad de comprender la barbarie de la guerra en toda su intensidad para abominar de ella.
Antes hacía mención a la División Azul y al radicalmente diferente trato que tuvo años después su historia en España. Recordemos: la División Azul fue un cuerpo militar español enviado a Rusia en junio de 1941 para servir de apoyo a las fuerzas alemanas en el sitio de Leningrado. Al igual que el 8º Ejército italiano, la División Azul estuvo pésimamente pertrechada, tanto en material bélico (abundaron las bicicletas sobre los carros de combate) como en uniformidad de combate (no apropiada a las extremas temperaturas a las que tuvieron que enfrentarse). Con todo, consiguieron algunas victorias contra pronóstico, sobre todo por la superioridad numérica y armamentística soviética; pero acabaron siendo derrotados de forma incontestable como las propias fuerzas de la Wehrmacht alemana. En todo caso, la narración oficial del régimen franquista fue, claro está, triunfalista, destacando la heroicidad de "David frente a Goliat" y no haciendo nunca autocrítica. Es posible que la aproximación que hicieran en Italia fuera más realista dado el cambio político de 180º que sufrió aquel país, pero también por narraciones como la de Mario Rigoni Stern que pudieran servir para aborrecer esa brutal actividad humana que se conoce como "guerra".