Pequeño tomo de cuentos con un punto de fantasía y de negrura que, caso de haber sido escritos por un anglosajón, se podían haber denominado "cuentos góticos". Pero Guy de Maupassant, evidentemente, era francés, y como tal fue juzgado y clasificado por la crítica literaria dominante como "naturalista". Digo esto porque uno ya está harto de esas etiquetas que se inventan sesudos señores sentados en polvorientos sillones académicos, gente que tiene una mente tan cuadriculada que sólo sabe imponer estructuras, etiquetas y cuadrículas a todo lo que los rodea. Así, si De Maupassant hubiera nacido en España sería un típico representante del "Romanticismo literario", al haberlo hecho en Francia es "naturalista", pero si lo hubiera hecho en Inglaterra sería un "escritor victoriano". Uno siente que toda esta gentuza académica de la que hablo no tienen verdadera capacidad de entender lo leen y únicamente quieren pasar a la Historia poniendo esas etiquetas y modificando normas al buen tuntún, muestra de su soberbia infinita.
Al margen de esas etiquetas oficiales, los cuentos que ha recopilado Valdemar tienen, ciertamente, a la locura y a la muerte como temas principales, más bien como paisaje dominante que como personajes. La calidad literaria no es, evidentemente, la de El Horla, uno de los relatos de terror señeros de la literatura francesa y que marca un camino que hoy, más de ciento cuarenta años después, está ya muy trillado, pero que en su momento era novedoso: el miedo a lo desconocido, a la criatura en la oscuridad que nunca acaba de hacerse visible pero que lo ocupa todo, principalmente los pensamientos del acosado. Otra novela, ésta no de terror, que elevó a De Maupassant al Olimpo de los escritores franceses fue Bola de sebo, una extraordinaria narración sobre la hipocresía y maldad de la sociedad humana, de aquel tiempo y de siempre, pues narra cómo se aprovechan de una joven (Bola de sebo) unos típicos representantes de la sociedad en un viaje en diligencia; ya digo, mutatis mutandis, la misma hipocresía que nos enfanga hoy. Por cierto, recensiones de esas dos obras se encuentran en este humilde blog.
Pero los relatos aquí contenidos tienen mucha menor calidad que El Horla o Bola de sebo. Con todo, se aprecia la prosa ágil y nerviosa, sin afectación alguna que dominan esas dos novelas, y ese miedo informe y difuso de la primera.
Los cuentos aquí contenidos son, sobre todo, de locura. Sabiendo que el autor murió a los cuarenta y dos años en un sanatorio psiquiátrico tras haber intentado suicidarse un año antes degollándose con un cortaplumas, todo encaja. El pobre de De Maupassant debió seguir escribiendo cuando la locura (provocada por la sífilis, según parece) le asediaba; así concibió estos cuentos tan desasosegantes que, en verdad, debieron ser su propia vida. Se puede decir que son relatos de neurosis, de desequilibrios psicológicos, que hacen ver fantasmas en la cotidianeidad más soleada, que hacen de los días la continuación de noches "pesadillescas".