No es una de sus primeras obras (de hecho, siempre se tomó por la primera Hambre, un relato difícil de digerir), no, Victoria fue publicada en 1898, cuando el autor noruego ya había publicado varias obras de gran éxito, pero, en mi opinión, esta novela breve adolece de superficialidad y simpleza, algo que no había observado en otras novelas de Hamsun. Nada que ver con otras obras como La bendición de la tierra (1917), Misterios (1892), El círculo se ha cerrado (1936) o Pan (1894) en la que la maestría narrativa del Nobel de 1920 lo deja a uno con la boca abierta. He citado esas cuatro novelas por el orden que yo considero de excelencia; sí la primera es una de las mejores novelas que he leído, una obra primordial que retrata al ser humano desenvolviéndose en su medio con una sencillez y una genialidad como el Génesis narra la creación del mundo.
Con todo, en Victoria se aprecian las características estilísticas, argumentales y temáticas que elevaron al parnaso literario al noruego. Tales son la prioridad de los sentimientos de los personajes, cómo éstos son tratados como protagonistas en sí mismos; el monólogo interior del personaje principal, que dota de redondez al mismo, al notar el lector que el personaje va evolucionando en su pensamiento con el paso del tiempo, tal como ocurre en la realidad; también el dominio de lo tempestuoso en las relaciones personales, con altibajos bruscos (estereotípicamente impropios de los escandinavos). La forma es bastante plana, sin ampulosidades ni pedanterías, una prosa sencilla, poco adjetivada, más narrativa que descriptiva.
He de hacer un inciso en cuanto a la traducción. La edición que he leído es del Círculo de Lectores (Plaza & Janés) de 1958, la traducción de Berta Curiel. Ignoro con que antelación a esa fecha fue traducido el texto, pero se hizo de un modo que hoy parece anacrónico y ridículo. Entiendo que, igual que otras profesiones, la traducción también se ve sometida a modas que cambian más o menos rápido, de modo que lo que hoy se considera canónico era inapropiado hace tiempo y viceversa, pero he de reconocer que me ha sorprendido leer todavía los verbos reflexivos con el pronombre incluido en el verbo: "púsose", "oyole", "presentose"... También hay expresiones arcaicas como "venía en derechura hacia él", en lugar de "venía derecha hacia él", o llamar "castellana" a la hija del señor del castillo; por no hablar de la traducción de los nombres propios, algo que no se hace desde vaya usted a saber cuantos decenios, así, el protagonista principal, Johannes, se convierte sin más ni más en Juan. Ciertamente no es importante, pero a veces lo saca a uno de la concentración necesaria para la lectura.
El tema principal de Victoria es el amor imposible entre dos jóvenes. Imposible por la diferencia de clase social, terrateniente ella, molinero él, a pesar del rendido enamoramiento que se profesan. A esta situación se suma el hecho de que la familia noble, aun poderosa, está arruinada y planea salir de las deudas casando a la joven Victoria con el heredero de una adinerada familia local. Ella, responsable ante la desgracia familiar, rechaza al bueno de Johannes (Juan en la versión castiza del Círculo de Lectores) e incluso le presenta a una amiga, Camila, para que sea su sustituta. El rico heredero, Otto (aquí no hubo bemoles de traducirlo por "Otón"), morirá en batalla, dejando a Victoria sola y triste. Tan sola y tan triste que enfermará y morirá en pocos años. Todo esto, claro, narrado como lo narra Hamsun, con multitud de idas y venidas, de dimes y diretes, de altibajos, de correspondencias, de gestos, de encuentros, de desencuentros... En fin, un dramón esto del desamor.
Knut Hamsun en 1944. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
Vamos que si no fuera por la calidad literaria de Hamsun (aunque, ya dije, esta novela no llega a su media habitual) podría pasar por una novela de Corín Tellado, de esas que devoraban orondas matronas españolas en la segunda mitad del siglo pasado. Francamente, lo que menos me ha gustado de, por otro lado, mi admirado escritor noruego.