Tan sólo es la cuarta novela que leo de Sciascia, pero ya empiezo a sentir la diferencia de calidad que hay en todos los autores. Normal, son seres humanos, no son perfectos, y algunas de sus obras son mejores que otras. Pero no puedo dejar de sentirme un tanto desilusionado cuando leo algo más flojo de un descubrimiento reciente. Esto me ha pasado con Cándido. Con todo, hay muchas características del siciliano que persisten en esta novela y que me gustan, como su afán de buscar segundas y terceras interpretaciones a cuestiones que frecuentemente son explicadas con estereotipos y clichés; un cierto aire pesimista en la cosmovisión de los personajes (esto es especialmente notable en Cándido); un enfoque cristiano, al menos yo lo percibo, en los protagonistas; y, por supuesto, Sicilia, siempre Sicilia.
Como es evidente y el autor se encarga de recordar en una nota final, la novela está inspirada por el Cándido de Voltaire, cuento filosófico que ironiza sobre la educación de un chico de familia acaudalada por su preceptor, Pangloss. El cuento de Voltaire ridiculiza las ideas de Leibniz y su optimismo filosófico. Sciascia pondrá en un brete las aplicaciones prácticas del comunismo y del cristianismo.
Cándido es un muchacho siciliano, huérfano de padre (suicidio) y abandonado por su madre, que quedará al cuidado de su abuelo, antiguo militar fascista, reconvertido en diputado de la Democracia Cristiana. El abuelo nombrará un preceptor para su nieto, al arcipreste, don Antonio, un cura en profunda crisis religiosa, que acabará abandonando la Iglesia católica para abrazar el comunismo más ortodoxo. Con él discutirá los orígenes y finales del cristianismo y del comunismo. Juntos pasarán de la fe a la política, ingresando ambos en el partido. Finalmente, Cándido será expulsado del partido comunista, pero no por su origen (abuelo de la Democracia cristiana) ni por su situación socioeconómica (rico y terrateniente), sino por su heterodoxia política (un comunismo práctico que tiene mucho que ver con las virtudes evangélicas).
Leonardo Sciascia es uno de esos escritores que claramente dejan entrever su personalidad en sus personajes, bien sea en sus caracteres , como en el caso de Cándido, con esa cercanía entre cristianismo y comunismo; bien en su profesión, alguno es profesor de instituto como él lo fue durante decenios; o incluso en la enfermedad que acabaría con su vida, el cáncer es un protagonista más en algún relato.
Es un relato más flojo que los que anteriormente leí, tal vez por su excesiva dependencia de la obra volteriana que lo inspira, pero no deja de ser una lectura amable, con un punto de incitación a la reflexión que lo mejora notablemente.
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