Es curioso lo que me gustó la Generación del 98 desde mi juventud y lo poco que leí de Baroja; siempre me lancé a por Unamuno y Valle-Inclán, al primero lo sentía más espiritual y elevado, y al segundo más irónico y surrealista. De Baroja leí, en aquella lejana ya juventud, El árbol de la ciencia, que me afectó notablemente, al identificarme con el personaje principal -que por otra parte, está claro que es un álter ego del autor-, especialmente por su búsqueda de la pureza, de lo esencial de la vida al margen de vanidades y materialismos... Y poco más leí de Baroja.
Comienzo a leer el primer volumen de la trilogía conocida como Las ciudades, titulado César o nada. De nuevo un típico tema tratado por aquel grupo de escritores: la preocupación por la situación de España desde un punto de vista socio-económico, político, histórico... pero sobre todo espiritual. Un tema, qué casualidad, de plenísima actualidad.
El propio autor prologa su novela con una disquisición filosófica muy nietzscheana: la de la identidad individual y la superioridad del individuo superior sobre la colectividad aborregada, este prólogo facilita la comprensión de las "andanzas intelectuales" del protagonista a lo largo y ancho de la trilogía.
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