Creo que nunca alabaré bastante la inmensa pero gratificante (supongo) tarea que la editorial Valdemar se ha propuesto en estos últimos años: sacar a la luz, en una de las mejores ediciones disponibles hoy en día, a grandes autores de literatura fantástica, ciencia ficción y terror, que estaban totalmente olvidados en este mentado país. Lo mejor es que, pase lo que pase con Valdemar, sus libros nos acompañarán (al menos a mí lo harán seguro) durante nuestras vidas, haciéndolas más tolerables y cálidas, solo por ello su labor es encomiable.
A pesar del obvio desprecio que tengo por el mundo editorial en general, de las editoriales mayoritarias que utilizan medios "gansteriles" para, explotando al escritor, hacer inmensas fortunas que reparten entre muy pocas manos, he de reconocer que todavía existe esperanza mientras haya gente como la de Valdemar. Estos si que son parte necesaria de la literatura, vehículo sin el cual no podríamos conocer a estos autores en nuestra lengua.
Ahora comienzo con Robert W. Chambers, un autor "menor" pero que fue mentado como influencia por el propio Lovecraft.
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