Que los cómics o novelas gráficas no son asuntos infantiles o juveniles sino que pueden tratar temas de honda madurez se sabe de hace mucho tiempo, pero lo cierto es que hay temas y temas. No se me ocurre una temática de mayor crudeza que una guerra civil, pero es que el modo descarnado y verosímil que le da Giménez recalca la brutalidad del conflicto.
36-39. Malos tiempos es un cómic abrumador. Es abrumador por la enorme calidad de Giménez como ilustrador, uno de los mejores a nivel mundial, sin duda; pero también es abrumador por la dureza con la que trata la muerte sin sentido, caprichosa e infantil que se apoderó de nuestro país entre 1936 y 1939. Carlos Giménez no es un contemporizador, no trata de quitarle yerro al asunto, todo lo contrario: me ha resultado verdaderamente duro leer este cómic, cada historia está preñada de la barbarie y el salvajismo que se enseñoreó de esta triste tierra hace casi ochenta años.
No he podido evitar recordar viejas historias que me contaron mis abuelos Alfonso y Manolita, alguna recogida aquí como aquella del obús que cayó en la farmacia El Globo. La tristeza con la que mis abuelos me lo contaban ya en los primeros años ochenta todavía me sobrecoge.
En su prólogo, el autor advierte que no será neutral: "que nadie me pida que sea neutral ante el fascismo". Sin embargo, el cómic no es, en absoluto, un panfleto propagandístico, sobre todo porque la crudeza de la narración, especialmente cuando son niños los protagonistas, no deja títere con cabeza. Para Giménez no hay ni buenos ni malos, la guerra los ha convertido a todos en malos, ha sacado lo peor que hay en cada uno de ellos. De ahí la extrema verosimilitud de la narración.
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