Esta es la decimocuarta novela que leo de Joseph Roth... y no deja de sorprenderme. La de ahora, Tarabas, tiene características comunes con el resto, tanto en el tema como en la forma: en la forma, con una prosa rápida, de frases cortas y poco adjetivadas, casi periodística; y en los temas, la búsqueda del individuo que está perdido en un mundo cambiante que se desmorona ante sí, tal cual fue su propia vida. Pero también hay grandes diferencias, Tarabas, tiene una estructura mucho más trabajada, es una verdadera novela (la mayoría de las otras narraciones son meros relatos) no solo por la extensión sino también por la complejidad de la trama. Es curioso y lamentable constatar que, para muchos lectores, Roth es conocido por La leyenda del santo bebedor, un pequeño relato bastante mal pergeñado que únicamente destaca por la originalidad de su trama; en cierta medida como muchos admiran Bartleby el escribiente despreciando obras muchísimo más elaboradas de Melville como, claro está, Moby Dick, ¡ojo! También yo me enamoré del desdén vital de Bartleby que es, en última instancia, el anarquista perfecto, pero ha de reconocerse que es un relato con poco fuste para el estándar del autor americano.
Tarabas es la historia vital del homónimo ciudadano ruso que, huyendo de una juventud pendenciera, recala en Nueva York en 1914. Allí no logra escapar a su destino y continúa sus peleas, pero, en lugar de enfrentar su desapacible carácter, huye de nuevo hacia delante volviendo a su patria cuando estalla la Gran Guerra. En la Primera Guerra Mundial se convertirá en aquello para lo que estaba predestinado: un auténtico asesino, brutal y despiadado, temperamento que le granjeará toda suerte de éxitos en la carrera militar. El tema no es muy novedoso para Roth, de hecho se repiten lugares comunes a su narrativa: periódico histórico en el que transcurre la acción, personaje alienado que se busca sin encontrarse, sociedad violenta en fase de degradación, pérdida de la patria del personaje principal... pero ahora todo está mucho más detallado, no es tan previsible como en otros relatos, y es que, en Roth, la calidad fluctúa notablemente, encontrándose la más baja, según mi opinión, en la antes citada La leyenda del santo bebedor.
Tras leer a Roth nunca se acaba con un buen sabor de boca. Las sociedades humanas que describe son demasiado crueles, demasiado perversas o estúpidas... y, más preocupante aún, demasiado verosímiles. Es fácil empatizar con los personajes de Roth, incluso con Nikolaus Tarabas, un bárbaro despiadado con una pulsión de muerte que diría Freud que raya en el más absoluto nihilismo; al margen de su carácter tendente a la violencia, Tarabas es producto de esa sociedad alienante que destruye a sus individuos antes de que la muerte se encargue de hacerlo definitivamente.
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