domingo, 24 de julio de 2016

Conclusiones tras leer "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad.

 Ya lo dije antes: Conrad es bastante más complejo que otros autores de aquella genial literatura para jóvenes que degustamos en los años 70 y 80 del pasado siglo y que nos hizo lectores mientras vivamos. Es menos juvenil, más maduro, cuenta con unas reflexiones a las que muchos de los muertos vivientes que forman cualquier país (y que son, claro está, los verdaderos triunfadores sociales) nunca llegan a comprender y unos pocos hemos comprendido en plena madurez, como muestra copio una consideración del Capitán Marlow (alter ego de Conrad): "La vida es una bufonada: esa disposición misteriosa de implacable lógica para un objetivo vano. Lo más que se puede esperar de ella es un cierto conocimiento de uno mismo, que llega demasiado tarde, y una cosecha de remordimientos inextinguibles. Yo he luchado a brazo partido con la muerte. Es la disputa menos emocionante que podáis imaginar. Tiene lugar en una indiferencia impalpable, sin nada bajo los pies, sin nada alrededor, sin espectadores, sin clamor, sin gloria, sin el gran deseo de la victoria, sin el gran miedo de la derrota, en una atmósfera enfermiza de tibio escepticismo, sin demasiada fe en tu propio derecho, y todavía menos en el del adversario. Si tal es la forma de la sabiduría última, entonces la vida es un enigma mayor de lo que la mayoría de nosotros cree."
Imagen tomada de Wikipedia.
 Reflexiones vitales al borde del aniquilamiento anímico abundan en este relato impagable por su hondura psicológica. No es, por tanto, una simple aventura de descubridores de lo más profundo del África Negra, sino de descubridores de lo más profundo del alma humana, ese extraño objeto que todos admitimos tener, pero que la mayoría desdeña en favor de la consecución de bienes materiales.

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