Resulta doloroso comprobar como en este bendito país abandonado de la mano de Dios solo medran los mediocres, estamos en un país de funcionarios en los que la creación artística o literaria es despreciada en favor de un sueldo fijo, un horario reducido y una jubilación asegurada... ¡normal, claro! Lo triste es que la creatividad no sea premiada sino desdeñada como algo propio de bohemios y vagos... es otra versión, pero igual de zafia y cutre que aquel "¡muera la inteligencia!" de aquel "gran intelectual pacifista" que fue Millán-Astray... No trato de soltar un panfleto político, pero es terrible ver como solo los chupatintas consiguen vivir en este país. Tal vez este sea el caso de muchos ilustradores de cómic que han tenido que buscarse las habichuelas más allá de Los Pirineos, donde han recibido la merecida atención que su país les negó, entre ellos está Esteban Maroto, que trabajó la mayor parte de su vida para DC Comics, la otra gran factoría estadounidense tras Marvel.
Maroto es uno de los grandes del cómic, su estilo clásico es de lo "mejorcito" que he visto referente a Lovecraft, que es sin duda de lo más difícil. Esteban Maroto es, sin embargo, muy fiel a las complicadas criaturas del "solitario de Providence".
Este pequeño volumen lo publica Planeta, en una edición bastante cuidada (cartoné, buena impresión, buen papel...) como corresponde a un cómic cuyo comprador tipo es adulto.
Las tres historias contenidas en este tomo son: La ciudad sin nombre, El ceremonial y Los mitos de Cthulhu (en realidad este último cuento es una adaptación de La llamada de Cthulhu).
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