miércoles, 5 de octubre de 2016

Ahora leyendo: "El camino del perro", por Sam Savage.

 Siempre digo que no leo literatura contemporánea y siempre miento. Al menos miento parcialmente. Es verdad que me he llevado varias desilusiones graves con autores contemporáneos que son lanzados por las editoriales y sus premios comerciales como nuevos gurús de la literatura de nuestros días, y en realidad no eran más que mediocridades perfectamente olvidables y, sobre todo, indignos de malgastar unas cuantas decenas de horas en su lectura, lo cual me ha llevado a no estar al tanto de las novedades editoriales. No es este el caso de Sam Savage, un escritor estadounidense que ha comenzado a publicar pasados los sesenta años y que conocí por su primera novela: Firmin.
  En Firmin todos aquellos que nos hemos sentido presos de la lectura, todos los que hemos preferido muchas veces bucear en un libro antes de relacionarnos socialmente, todos los que hemos sentido que ese pequeño artículo formado por hojas de celulosa nos protegía de la rudeza de la vida... encontramos un amigo, casi un hermano, en alguien en el que nunca hubiéramos imaginado: una rata. Firmin, que nadie se engañe, no es una gran novela, es una "novelita" breve que, sin embargo, toca nuestra fibra sensible y nos hace sentir un poco menos solos en este mundo... nada más. El camino del perro continúa esa estela, con un personaje marginal, experimentando la soledad de considerarse "el último hombre cuerdo". Se trata de un anciano que pasa sus últimos años en soledad en una casa cuyo barrio sufre un proceso de "gentrificación" y que repasa su vida con no pequeña amargura y sobre todo con desprecio de todo aquello que hace que este mundo siga girando.
  Igual que Firmin no es tampoco una gran obra, es una pequeña novela con un tema universal y con el que muchos coincidimos hasta vernos reflejados en sus pensamientos. La prosa es sencilla y rápida, casi periodística, con lo que su lectura es amena y entrañable, una lectura para reconciliarse con uno mismo aunque esto ahonde la fractura social que sentimos por dentro.

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