Vuelvo a Pérez Galdós, con una de sus obras cumbre de juventud, pero que ya contiene las características que son tan evidentes: realista en lo estético, con abundante sarcasmo e ironía, con un alter ego entre los personajes (en este caso el protagonista, Pepe Rey) y, sobre todo una prosa cervantina que lo convierte en atemporal.
Esta edición de Cátedra abre, como es habitual en su colección Letras Hispánicas, con un sesudo estudio de la vida y obra del canario universal; dicho estudio, claro está, lo he pasado por alto para centrarme en el texto sin injerencia alguna, por mucho que estas sean erudición en estado puro.
En Doña Perfecta se percibe ya el claro posicionamiento político y social que tuvo Galdós toda su vida y que suponía una lucha sin cuartel contra todo lo rancio, ultraconservador y mohoso que había en nuestro país (y que, desgraciadamente, parece resistirse a morir) y un anhelo de la apertura social, política y económica que elevara España a aquellas potencias europeas que se habían subido al carro de la Revolución Industrial, y que fueron tomadas entonces como bandera por el Partido Liberal. Es por ello que los personajes galdosianos están divididos entre los héroes con profesiones modernas y liberales (ingenieros, médicos, políticos...) y los antihéroes con ocupaciones propias de épocas más arcaicas (terratenientes, clérigos, sacerdotes...). Aquí concretamente, Pepe Rey es ingeniero mientras que Perfecta encarna el inmovilismo absolutista, arengada por el canónigo local, don Inocencio, representante de la atrasada Iglesia.
Pero para mí lo más querido de Galdós es su absoluto dominio de los distintos registros "sociolectales". Es un verdadero maestro a la hora de poner en boca del pueblo llano expresiones y dichos que aportan redondez a los personajes; ya dije que Valle-Inclán (amigo personal de don Benito) le embromaba llamándolo "Benito el garbancero" por su excelente uso del habla coloquial. Esto es sobresaliente en Fortunata y Jacinta, pero también en Doña Perfecta se aprecia claramente, dando al habla de Pepe Rey un toque más técnico, al párroco uno más espiritual, o a Perfecta el más tradicionalista.
Pérez Galdós es un verdadero "maestro de escritores", para todos aquellos que quieran aventurarse a juntar palabras y oraciones, pues entreteje acción y personajes con notable lucidez sin caer en grandilocuencias que lo echen todo a perder.
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