Conclusiones semejantes a las de Mendelssohn en el tejado, aunque Vida con estrella me ha gustado menos. He echado en falta el fino humor negro que encontré en la primera y que era el contrapunto perfecto a la brutalidad nazi; me ha gustado mucho de la segunda, no obstante, el planteamiento personal de supervivencia del personaje (alter ego de Weil, que en la vida real fingió el suicidio para pasar desapercibido y poder escapar al destino que alcanzó a seis millones) que trata de minimizar su existencia para así desaparecer ante la corrupta sociedad.
Imagen extraída de Commons Wikimedia |
La narración sigue siendo, como ya anticipé, sencilla y directa, sin ampulosidad ni falsas pretensiones, algo que, habiendo leído más de una porquería incalificable, se agradece mucho. Pero, como también anticipé, me ha gustado sobremanera que no introdujera ni una sola vez el término judío, nazi o alemán (se refiere a estos términos como "los nuestros", "ellos" o "la lengua extranjera"), esto es interesante porque se consigue extrapolar la barbaridad cometida por un grupo político y nacional sobre otro cultural y étnico al conjunto de la humanidad. Es decir: si hay algo importante a entender hoy, en 2017, sobre la Shoah es la extrema facilidad con la que una sociedad entera, presa del miedo, de la irreflexión y del odio llega a asistir indiferente al exterminio de millones de seres humanos. Siempre habrá nazis y judíos, solo cambian los nombres y el aspecto, en realidad no es más que la mayoría biempensante eliminando a la minoría diferente. Haremos bien en mirarnos al espejo con actitud crítica con regularidad para no caer en ello.
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