La maestría prosística de Simenon tiene poco que ver con Pratchett y Gaiman. De hecho no creo que estos dos últimos se hubieran ofendido si se les dice. Todos son escritores, pero no pueden ser más distintos. Por otro lado el propio Simenon también sería mirado con desdén en su época cuando lo compararan con otros escritores francófonos como Víctor Hugo, Eugene Sue o Alejandro Dumas. ¡Es igual! Soy un firme defensor de todas las posibilidades en la literatura, desde la más sesuda narrativa a la prosa más ligera, incluso yo mismo paso de una a otra en función de mis necesidades anímicas. Pues bien, Neil Gaiman y Terry Pratchett son autores modernos de literatura juvenil, también de cómic y, en general, temas poco profundo; por ello, sus historias son amenas, divertidas, sorprendentes... Aquí una de ellas: Buenos presagios.
Lo extraño es la colaboración de ambos escritores, pues aunque eran amigos (Pratchett falleció en 2015) y su estilo literario tiene bastantes puntos en común, son francamente extrañas las colaboraciones. Sea como fuere, Buenos presagios está firmada por ambos y, ciertamente, se aprecia características de los dos, o, por mejor decir, las características comunes de ambos, sobre todo el humor absurdo con un cierto tono negro que es fácil de detectar en otras novelas.
El argumento gira en torno al fin del mundo, con personajes místicos (ángeles, diablos y el mismo Dios) pero con comportamientos y características muy humanas. Es una lectura agradable, sin grandes pretensiones pero que alivia la visión tan negra de Simenon.
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