Al leer Oliver Twist o La tienda de antigüedades era muy evidente que originalmente habían sido escritas para ser publicadas por entregas; es decir, que todos los capítulos acaban con un pequeño giro argumental que deja en ascuas esperando la siguiente lectura... pura técnica de mercadotecnia... Con Grandes esperanzas no he encontrado esto de forma tan notoria, aunque, según parece, también se publicara de esta forma. Con todo, (espero que lo que voy a decir no suene soberbio) hay momentos bajos en esta última novela; capítulos enteros que podían ser suprimidos sin que el resultado final se resintiera lo más mínimo. Tal vez (al margen de los temas meramente economicistas para el escritor y su editor) la forma de leer de 1860 no tenga nada que ver con la de 2018. Sin duda hace ciento cincuenta años aquellos que tenían posibilidades de leer lo hacían de forma más sosegada que nosotros, con lo cual lo que ahora despreciamos como "paja" era el desarrollo a velocidad normal para que la trama fuera cuajando en el recuerdo del lector. Quizás se leía menos pero se leía mejor...
Imagen tomada de Commons Wikimedia |
Por eso, cuando digo que la mal llamada Literatura victoriana es, en buena medida, literatura "de té y pastas" no pretendo ser tan despectivo como parece, en realidad yo añoro una vida de té y pastas, no me cabe la más mínima duda de que las vidas apresuradas que llevamos en el siglo XXI nos idiotizan de una forma que no llegamos siquiera a entender.
En fin, Dickens es, como siempre, el gran maestro del retrato psicológico de sus protagonistas. No solo los describe con una precisión que hace que el lector llegue a creer conocerlos mejor que a sus propios amigos y familiares, es que además lleva la narración en la evolución psicológica de los mismos de un modo tan verosímil que parecen más personajes de carne y hueso que literarios. Bien, querido Charles, espero volver en breve a disfrutar de tu inestimable compañía.
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