Segunda novela que leo de estos gloriosos frikis soviéticos. La anterior fue su obra más conocida y, posteriormente, llevada al cine por Tarkovsky, Stalker. Picnic extraterrestre. Esta novela breve es, probablemente como toda la obra de los Strugatski, inclasificable. Lo más fácil es encuadrarla en la ciencia ficción, pero la influencia de Kafka (por lo opresivo de la situación) es evidente; por otro lado es un texto típicamente soviético por la descripción de los personajes y por la ambientación; no es, sin embargo, estereotípicamente rusa. Ladies and gentlemen: The Strugatski Brothers!
Publicada en 1976, Mil millones de años hasta el fin del mundo narra las pesadillescas experiencias de un astrofísico soviético, Dmitri Maliánov, que, a punto de terminar sus estudios sobre un trabajo que podría conseguirle el Premio Nobel, envía a su mujer y a su hijo a casa de su suegra en Odessa. Así él puede permanecer en Leningrado para dar el golpe de gracia a su trabajo. Sin embargo, parece que la mala suerte se ceba con él, pues un montón de distracciones (llamadas telefónicas, un siniestro detective que amenaza con enchironarle por quince años, una amiga de su mujer que pasa allí una noche...) le impiden continuar su labor. A punto de desquiciarse, trata con otros amigos, científicos como él, que han pasado por los mismos avatares cuando estaban en la fase final de sus estudios. Elucubrando qué diablos puede estar pasando llegan a la conclusión de que una extraña ley cósmica que trata de limitar el conocimiento humano.
Decía antes que no es esta novela muy rusa; lo digo en el sentido tolstoyano o dostoyevskano de la expresión, es una prosa mucho más rápida, menos adjetivada, orientada más hacia la narración que la descripción. Si no fuera por los ambientes ciudadanos y el comportamiento de los personajes se diría que parecen novelas más americanas que rusas.
Sin embargo, es muy soviética. Es muy soviética por el cientifismo exagerado de la trama, por las relaciones excesivamente jerarquizadas y autoritarias de los personajes, por el miedo (en todo momento presente) inmaterial a un futuro ominoso de detenciones arbitrarias... Por otro lado, son abundantísimas las citas directas e indirectas a otros escritores y obras de arte: predominan, claro, los rusos(Tolstoi, Dostoievsky o Pushkin), pero también se cita a H.G. Wells, Apollinaire, Kipling, Nietzsche o Graham Greene, tan abundantemente que, a veces, parece metaliteratura pura.
El ambiente opresivo y de amenaza siempre presente es, ya lo dije, muy kafkiano, aunque leído desde nuestra época es inevitable recordar la falta de libertad individual de la Unión Soviética. Esto añade un valor histórico al texto, algo que quizá puedan entender mejor los que fueron ciudadanos de aquel macroestado. Al margen de estas consideraciones la novela es amena, de lectura rápida y con una originalidad verdaderamente inusual en nuestro tiempo.
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