La labor de la Editorial Valdemar es encomiable. Gracias a esas recopilaciones de relatos y novelas breves, uno conoce a autores de segunda fila comercial pero, a veces, de primer orden en cuanto a la calidad literaria; además, las portadas de sus libros (algunas veces en extremo escabrosas) le presentan a uno dibujantes e ilustradores de gran valía artística que apenas son conocidos para el gran público... Y, ya en concreto con el volumen de Terrorvisión, las notas a modo de prefacio que el compilador, Jesús Palacios, prepara de cada relato especifica que películas se vieron influenciadas, poco o mucho, por cada uno de ellos. Eso, unido a los inacabables repositorios internáuticos, permiten hacer esa visión conjunta, tan interesante, de relato y su correspondiente adaptación cinematográfica.
Y es en este punto donde un servidor se reivindica más como lector que como cinéfilo. Soy ambas cosas, claro está, pero disfruto mucho más con lo que mi cabeza imagina al leer que con lo que unos actores dirigidos por un grupo de técnicos interpreta de ese texto literario. En el caso que nos ocupa es especialmente notable: los relatos contenidos en ese tomo de Valdemar son francamente aceptables, algunos incluso geniales (para mí en particular, los de Poe, Campbell y Lovecraft) pero, en cualquier caso, no hay ninguno que me parezca rechazable. Pero, eso sí, son textos que rezuman violencia extrema: asesinatos, decapitaciones, evisceraciones, sexo morboso y explícito... y, sin embargo, me parecen tolerables o, al menos, no rechazables, tal vez porque entiendo que es ficción fantástica, que ningún alienígena de morfología "pulpoide" va a devorar a una ciudad completa más que en esas páginas. O tal vez es que en mi imaginación esa criatura es verosímil y bien proporcionada.
¿Y en las películas? Claro, en las películas es otra cosa. Sobre todo porque la mayoría de esas llamadas "películas de Serie B" son de finales de los años setenta y principios de los ochenta, cuando los efectos especiales estaban empezando. Así, esa criatura "pulpoide" hecha de cartón-piedra, con los tentáculos movidos por hilos no siempre bien disimulados, que devora humanos rociados con litros y litros de salsa de tomate... pues, hombre, ya no me parece muy creíble... Hay que hacer notar, no obstante, que esas películas de "Serie B" tienen millones de seguidores hoy en día, especialmente las más antiguas, también debido a que esos espectadores, hoy adultos de mediana edad, eran niños o jóvenes cuando las vieron por primera vez, con lo cual se han convertido en las llamadas "películas de culto". En fin, yo fui niño y adolescente en aquellos finales años setenta y primeros ochenta y, la verdad sea dicha, nunca me gustaron esas películas. Las deficiencias técnicas me rompen la concentración hasta hacerlas cómicas, cosa que, según parece, no importa a sus seguidores, que son perfectamente conscientes de las mismas.
Con todo, alguno de estos relatos sí tienen adaptaciones cinematográficas que los mejoran. En mi opinión, uno de ellos es ¿Quién anda ahí?, de John W. Campbell, relato un tanto anodino, que fue superado ampliamente en calidad por su adaptación La cosa, dirigida por John Carpenter en 1982. Quizá porque la película no abusa al mostrar al alienígena parásito en cuestión, quizá por el buen hacer del elenco actoral o de los técnicos, lo cierto es que la película ha quedado como un clásico merecedor de toda loa mientras que el relato ha caído en el olvido.
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