Según se puede constatar en este blog, visioné la visión cinematográfica de "The Boys from Brazil", dirigida en 1978 por Franklin J. Schaffner hace casi diez años. Hoy rescato del depósito de la biblioteca pública la novela de Ira Levin que dio lugar a aquella película protagonizada por Gregory Peck, Laurence Olivier y James Mason.
Ira Levin fue un exitoso escritor de novelas que luego fueron pasadas al celuloide; no es de extrañar, ya que crea imágenes muy visibles que son fácilmente traducibles a la interpretación y toca temas que estaban en plena ebullición social. Alguna película, como La semilla del diablo, está entre las mejores del cine de terror. Así pues, estamos ante un "hacedor de best-sellers", con todo lo bueno y malo que esto tiene. Esto, pienso yo, hay que tenerlo en cuenta a la hora de escoger una novela, para no quejarse luego de si la prosa no está muy cuidada o el argumento es previsible. Teniendo esto presente no me ha defraudado en absoluto Los niños del Brasil, al contrario, la calidad narrativa es francamente aceptable, muy por encima del estándar que se traga la gente hoy con los autores de éxito; el argumento no es muy previsible, aunque he de reconocer que el final es un tanto disparatado.
El argumento se nutre de hechos ciertos y constatados, así como de rumores frecuentes durante la Guerra Fría. Los hechos ciertos y constatados es que muchos dirigentes nazis consiguieron huir de Europa tras la caída de Berlín en 1945 y fueron protegidos por gobiernos afines como España (donde se refugiaron tipos como Skorzeny o Bremer) o Argentina (lugar de residencia durante decenios de Mengele o Eichmann); los rumores (totalmente infundados) son los que hacían referencia a la supervivencia del propio Hitler y su plácida vejez en alguno de esos países. Bien, pues Los niños del Brasil tiene a Josef Mengele (el "Ángel de la muerte" del campo de exterminio de Auschwitz) y a Hitler en versión clon como principales protagonistas.
El argumento es el siguiente: Yakov Liebermann (evidente álter ego del "cazanazis" Simon Wiesenthal) recibe en su residencia en Viena una información según la cual el sanguinario doctor Mengele vive en Paraguay organizando algo importante, ayudado por una pléyade de militares nazis que ejecutan sus incomprensibles órdenes. Entre estas órdenes está la ejecución de noventa y cuatro hombres de entre sesenta y dos y sesenta y cinco años de edad en diversos países europeos y norteamericanos. Las pesquisas de Liebermann le llevan a descubrir (con esto destripo la novela) que, en vida de Hitler, Mengele obtuvo tejidos del jerarca nazi y que, treinta años después, ha conseguido clonarlo y reproducirlo de forma satisfactoria hasta crear a esos noventa y cuatro chicos que en la narración tienen unos trece o catorce años y que son clones de Adolf Hitler. Lo de matar a sus padres adoptivos es para recrear la existencia de Hitler, quien fue hijo de un funcionario de aduanas (por eso los objetivos a eliminar son funcionarios y tipos con puestos medios) a la edad de cincuenta y dos años, perdiendo a su padre cuando éste tenía sesenta y cuatro. Bien, se puede ver que el argumento es muy fantasioso, pero está suficientemente bien narrado y argumentado como para hacerlo razonablemente verosímil (siempre dentro de la ficción, claro).
Ira Levin en 1967. Imagen tomada de Wikimedia Commons
Bueno, finalmente Liebermann acabará por enfrentarse personalmente a Mengele, en unos capítulos que son los más disparatados de la novela, en la que unos perros dóberman actúan de ejecutores del nazi.
Con todo, como antes decía, la novela no está mal pergeñada. Está bien conseguida la intriga (que yo he roto en esta entrada) a cuenta de qué diablos está planeando Mengele. Sí, el desenlace es un poco alocado y desatinado, pero remata por completo la novela. Es un bestseller mundial de los setenta, con todo lo bueno y lo malo que esto significa. No deja de ser, en todo caso, una lectura amena y sorprendente.
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