Vigésimo novena entrega del sarcástico mundo paralelo al nuestro llamado "Mundodisco". La tortuga cósmica Gran A'Tuin sigue surcando el Multiverso, sobre su concha descansan cuatro gigantescos elefantes sobre los que se apoya el mundo en forma de disco.
Esta vez le toca el turno a la Guardia, ese conjunto de policías un tanto disparatado que se encarga de mantener el orden y la ley en la corrupta ciudad de Ankh-Morpork. Dicha ciudad es la imagen de cualquier gran ciudad europea: mestiza, compleja, sucia, contaminada... vamos que sorprende que puedan vivir varios millones de almas en su seno con relativa buena salud física y, sobre todo, mental. Como digo, para guardar esa ciudad está la Guardia Nocturna, encabezada por Samuel Vimes, un policía de raza reconvertido en duque, emparejado con una loca de los animales (en este caso, ficción manda, de dragones) que trata de organizar una desigual tropa formada por humanos más voluntariosos que listos, inmensos troles que son todo corazón (de piedra, claro), barbudos enanos con "disforia de género", y hasta una mujer-lobo.
Pero, para complicarlo todo un poco, toca un viajecito en el tiempo. Sam Vimes viajará al pasado ayudado por el monje Lu-Tze, humilde barredor que tiene inmensos dotes sobrenaturales. Allí, en el pasado, ha de encauzar todo: deponer al corrupto patricio que gobierna favoreciendo el ascenso de Havelock Vetinari, desmontar una revuelta popular instigada por un tal Carcer, y adaptar a la Guardia Nocturna a los nuevos tiempos... hacer, en definitiva, que todo siga su curso hasta los tiempos presentes. Para poder volver a un pasado en el que el propio Vimes ya existía, encarnará a una figura mítica, John Keel, que luego acabará muriendo en la refriega y quedará como una figura mítica a imitar por los policías.
Pero todo en Pratchett, una vez más lo repito, tiene una lectura entre líneas que hace que estas novelas no sean tan juveniles, que un lector adulto pueda ver una ironía que desmonta ese mamotreto artificial que hemos ayudado a construir entre todos y que llamamos pomposamente "civilización". Son numerosas las referencias a hechos pasados y presentes que demuestran la capacidad de predicción de Terry Pratchett que no se basa en otra cosa que no sea un profundo conocimiento del alma humana. Así, por ejemplo, en la novela se narra la guerra de Berogrovia, invadida por Moldeavia, y cómo los gobernantes han de tomar partido por uno u otro dejando de lado principios morales, es tristemente evidente la relación con la actual invasión de Ucrania por parte de Rusia. ¡Claro! Si no fuera porque esta novela se publicó en 2002, veinte años antes de tal invasión...
Con todo el sarcasmo y la ironía "pratchettiana" presente, he de afirmar que Ronda de noche me parece una novela más seria, menos absurda (en el buen sentido de la palabra, de humor descacharrante y surrealista) que otras de la saga del Mundodisco. Es esta una novela quizá más seria, más madura, más adulta, pero también menos irónica, menos sarcástica y menos divertida. En todo momento, por ejemplo, se puede sentir, aunque no se explicita, que el autor tiene un gran respeto por una fuerza policial cuyas armas principales sean la sensatez, el pacifismo y la colaboración con la ciudadanía. Nada que objetar, claro, pero un servidor echa de menos la sangrante ironía que Pratchett usa con otros estamentos sociales como los magos y su Universidad Invisible, o las brujas y sus aquelarres.