4
– Enric Trespasses
Habían pasado
unas pocas semanas desde que se aceleraran las cosas entre aquellos
tres. Lars y Sarah parecían haber pisado el acelerador en su afán
por buscar a Berghoff: haciendo planes de trayectos en tren y autobús
hasta la frontera franco-española; distribuyendo dinero por días
para gastar en su viaje; consiguiendo los visados para pasar a Suiza
y a Francia, visados de turismo, por supuesto falsificados. Judith
también había avanzado mucho sus planes de hacer aliyá:
dejando en manos amigas el mantenimiento de la casa de Viena, que en
principio quería mantener; haciendo los trámites burocráticos
permanentes; eligiendo el kibutz en que viviría, al menos al
principio. Es probable que fuera una huida hacia delante: para Lars
desde que muriera su madre y supiera su verdadero origen; para Sarah
desde que fuera despedida y perdiera buena parte de la razón de su
existencia; para Judith desde que previera quedarse sola en aquella
casa, excesivamente grande. Huida hacia delante, sí, pero avance al
fin.
- ¿A que no sabes a quien me he encontrado hoy? -La cara de Sarah refulgía de alegría, así que Lars no se alarmó mucho ante la pregunta.
- Pues si tú no me lo dices...
- Al tonto de Oliver Smichdt.
- ¡Vaya! Espero que no pasara nada entre vosotros... Lo pasado, pasado está.
- ¡Qué va, mejor aún! Ya sabes que no soy de las que mira para otro lado, así que me acerqué a él para decirle cuatro cosas y con un poco de suerte cruzarle la cara de un tortazo...
- ¡Por Dios, Sarah! ¿No harías eso, verdad? ¿En medio de la calle?
- No, no. No hizo falta. El muy imbécil me debió ver venir, pues se parapetó detrás de un kiosco como si estuviera jugando al escondite. Me tenía tanto miedo que, sin yo decirle nada, me empezó a pedir disculpas y me dijo... ¿a que no sabes qué?
- Pues no, obviamente...
- Me dijo que me había delatado por despecho (como yo ya figuraba) pero que el tiro le salió por la culata y que a él también lo despidieron... Me quedé tan sorprendida, que no pude por menos que soltar una carcajada... Me dio pena el desgraciado. Me fui, no sin antes desearle que le ocurrieran toda suerte de desgracias a él y a su familia.
- ¡Sarah, por Dios! De acuerdo que el tipo se comportó como un cerdo, pero de ahí a montarle una escena así en la calle... si a él le han despedido también, ya ha pagado lo suyo...
- Le está bien empleado. Así de triste es, en todas partes hay gente que actúa mal por verdadero despecho, por frustración, son gente mezquina, miserable... Si vieras la cantidad de casos en que judíos que estaban escondidos fueron delatados por sus propios vecinos a cuenta de pequeñas rencillas vecinales... lo peor es que en muchos casos, los delatores sabían que enviaban a sus vecinos a una muerte segura... ¡Repugnante!
- Sí, el comportamiento humano es deleznable... En fin, dejemos las amarguras y sigamos con nuestro viaje... Mirando el mapa, no queda duda: lo mejor la línea recta.
- ¡Otra vez! ¿Pero qué línea recta? La línea recta de aquí a la frontera franco-española pasa a través de Italia, y nosotros solo tenemos visado para Suiza y Francia. Ya verás lo complicado que es incluso llegar a Innsbruck, sería más fácil por Alemania; de Innsbruck a Ginebra es atravesar toda Suiza, casi seiscientos kilómetros; de Ginebra a la frontera, a Le Perthus, otros setecientos kilómetros largos, pasando por Grenoble, Nimes, Montpellier y Perpiñán. Tenemos más de mil setecientos kilómetros hasta Le Perthus...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.