No soy aficionado al llamado género Manga, pero he de reconocer que autores como Miyazaki llevan estos cómics a un nivel casi inalcanzable, tanto en la calidad gráfica como en los argumentos.
Los no aficionados a los cómics pensarán que esas películas son tan infantiles como Heidi o Marco, al menos los dibujos son muy parecidos; pero se equivocan, las tramas de las películas de Miyazaki son mucho más complejas, tienen un trasfondo que un niño no comprende y son más interpretables. Sin embargo hay diferencias entre unos y otros: la más infantil Nicky, la aprendiz de bruja, frente a los manifiestos ecologistas de La princesa Mononoke o Nausicaa del Valle del Viento, la hermosa El viaje de Chihiro, la poderosa Ponyo en el acantilado, la más adulta y belicista El viento se levanta, la aventurera Porco rosso, o la nostálgica Mi vecino Totoro, por citar las más destacables.
Los mundos de Miyazaki son intensos y particulares, con reminiscencias infantiles pero perfectamente aptas para el público adulto. Los dibujos son "muy japoneses", muy manga, que a la mayor parte del público occidental nos parece un poco chocante (aunque el público más joven lo acepta con normalidad). Es chocante, en mi opinión las imágenes de los protagonistas, especialmente femeninos, que son presentados como adolescentes quinceañeras con minifalda incluida, la típica "lolita", vaya. Es chocante porque los personajes femeninos no están creados desde una óptica machista y despectiva, sino que son papeles fuertes, importantes y decididos, véase por ejemplo la princesa Mononoke o Nausicaa.
Será, por tanto, simple estética manga, tan diferente del cómic europeo y americano típico.
Lo que queda claro es que es un mundo típicamente japonés, con una temática y una forma de entender la vida muy diferente de la occidental, pero que a poco que se entre en contacto con ella es apasionante y lleva a muchos, sobre todo los más jóvenes, a interesarse de verdad por todo lo que se pueda sacar aquí de la cultura del país del sol naciente. Un ejemplo claro es la magnífica representación de un tsunami en Ponyo en el acantilado, algo que los de estas latitudes, afortunadamente, no conocemos, y tan solo podemos juzgar por las impactantes imágenes que quedaron grabadas en nuestras retinas del tsunami que asoló Fukushima recientemente.
Lo que queda claro es que es un mundo típicamente japonés, con una temática y una forma de entender la vida muy diferente de la occidental, pero que a poco que se entre en contacto con ella es apasionante y lleva a muchos, sobre todo los más jóvenes, a interesarse de verdad por todo lo que se pueda sacar aquí de la cultura del país del sol naciente. Un ejemplo claro es la magnífica representación de un tsunami en Ponyo en el acantilado, algo que los de estas latitudes, afortunadamente, no conocemos, y tan solo podemos juzgar por las impactantes imágenes que quedaron grabadas en nuestras retinas del tsunami que asoló Fukushima recientemente.
La última película de Miyazaki -quizá la última de verdad a juzgar por su edad- tiene, sin embargo un tono distinto: se trata de una película biográfica sobre el ingeniero aeronáutico que desarrolló el avión de combate conocido como Zero. Dicho avión supuso una formidable arma del Imperio japonés contra los pueblos aledaños en la Segunda Guerra Mundial. La vida de este ingeniero puede que fuera memorable, pero a mí, particularmente, me asqueó la loa a un personaje que, finalmente, puso su mente a la orden del militarismo e imperialismo nipón... no me parece un tema apropiado para una película que, al fin y al cabo, es considerado apropiado para niños
Al margen de esta última película, El viento se levanta, el resto de la obra de Miyazaki es verdaderamente inigualable, un mundo interior sin parangón.