Hay películas que son más cómodas de ver que otras. No me refiero, por supuesto, a los "pastelotes" inverosímiles de Disney en las que los buenos buenísimos "son felices y comen perdices" mientras los malos malísimos mueren y son olvidados, ni tampoco a esas películas bélicas de glorificación militar, no. Me refiero a otras películas más realistas, más verosímiles, verdaderas películas honestas pero que dejan siempre un final un tanto almibarado con concesiones al sentimentalismo o incluso a la nostalgia. Ese, desde luego, no es el caso de la película húngara dirigida por János Szász, A nagy füzet, que ha sido traducida al castellano como El gran cuaderno.
Esta es una película verdaderamente inquietante, de esas que te dejan una zozobra emocional notable (si se tiene sensibilidad para el sufrimiento ajeno, claro, eso excluye a la mayor parte de la humanidad). El argumento está ambientado, una vez más bendito filón literario y cinematográfico, en la Segunda Guerra Mundial, en Hungría. Dos hermanos gemelos son dejados por su madre con su abuela en una zona rural, aparentemente para protegerlos de la brutalidad de la guerra; pero allí se encuentran con la brutalidad de la vida, encarnada en una abuela que los desprecia y maltrata, por unos vecinos que les roban y malean, y por unos ocupantes nazis que son... ¡qué vamos a decir! Total, el mundo de estos chicos de trece años se cae a pedazos, todo es una mierda, los malvados perduran, los buenos perecen, ¿cuál es la reacción de los chicos? Endurecerse. Pero endurecerse "a lo bestia", ser más malos que los malos, matar a los que matan y a los que no...
Puede que haber visionado la película en versión original (subtitulada en inglés) me haya reforzado la crudeza de la misma, llegando a la extenuación por la maldad, pero creo que era el efecto buscado por el director.
Horas después de haberla visto, creo entender su sentido. Es una película que narra la guerra y lo que provoca en los seres humanos sin ningún sentimentalismo. Aquí no hay buenos ni malos, en una guerra, todos, absolutamente todos se convierten en malos. El resultado es escalofriante, no tanto por su violencia como por su verosimilitud. Una vez más, si se tiene la suficiente sensibilidad e inteligencia, una obra cinematográfica (como tantas literarias) sirve para "escarmentar en cabeza ajena" y tratar de encauzar la vida fuera de toda violencia.
Esta película fue merecedora del Gran Premio Globo de Cristal en el Festival de cine de Karlovy Vary.
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