Casi todo lo escrito por Böll está a medio camino entre la
narrativa y el ensayo. Lo que leí con anterioridad es más narrativa,
pero este breve texto es más ensayo. Como la contracubierta de la edición de
Galaxia Gutenberg informa, es una reflexión sobre la llegada al poder del
Partido Nacionalsocialista en Alemania, cuando el autor cuenta quince años.
Recupera todos los pensamientos, sentimientos y observaciones de alguien joven
pero ya plenamente consciente de la barbarie y sinrazón que había conquistado
su país. No escatima adjetivos ni razonamientos.
Böll pertenece a la llamada “literatura de escombros”, por haber sido escrita en el país centroeuropeo tras la
Segunda Guerra Mundial, en una situación de demolición física pero también
moral de su sociedad. Con él hay otro premio Nobel, Günter Grass y Siegfried
Lenz. Los tres (y algún autor menor más) destacan por su agria crítica a la
entrega medio consciente medio inconsciente que sus compatriotas hicieron hacia
los nazis y su salvajismo. Creo haberlo escrito en otra entrada que de los tres el
más honesto me parece Böll. Grass negó hasta que le mostraron la evidencia que
había llegado a militar en las juventudes hitlerianas. Hubiera sido un milagro
que hubiera podido escapar a ello, salvo que hubiese emigrado, y tampoco era
nada tan terrible, solo había que asumir la culpa de haber sido envenado y
obligado por su sociedad a no salirse del rebaño luciendo una esvástica en su
uniforme. Queda fuera de toda duda la denuncia y repulsión del nazismo por
parte del autor de El tambor de hojalata,
así que negar la evidencia fue un error absoluto. Por contraposición, Heinrich
Böll siempre admitió haber formado parte de las dichosas juventudes
hitlerianas, justificándose como antes dije por la falta total de libertad en
su país en aquella época. Su sinceridad, a mi modo de ver, le honra.
Al margen de posiciones personales o de formas de ser, la
prosa de Böll, ya digo, más ensayo que narrativa, es una excelente vacuna
contra toda forma de totalitarismo que lleve a la cosificación del ser humano,
a creer en la superioridad, ya sea por razones racistas, economicistas o
egocéntricas, de un hombre sobre otro. Desgraciadamente, esta vacuna sigue
siendo de obligada administración cada poco tiempo, “el hombre es el único
animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. Böll escribe con
naturalidad, sin ampulosidad, se lee con rapidez y normalidad, pero cala
profundamente (para aquellos dotados de inteligencia emocional, claro). Una vez
más queda la duda del valor del Premio Nobel, ya se sabe, o éste no lo merece o
lo merecen miles más… En todo caso, el valor de Böll no está en su imaginación,
en su creación de mundos y personajes ficticios, sino en su aspecto moral.
Muchos creerán que al haber situado sus novelas tan definidas en el espacio y
el tiempo es coyuntural, en absoluto, Böll no pone en solfa solo el nazismo,
critica la recurrida tendencia humana a comportarse de forma animalesca al
querer escalar socialmente, al considerar que una vida humana pueda ser más
importante que otra.
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