Siempre se dice que, por lo general, las novelas son mucho mejores que sus adaptaciones cinematográficas. Se aduce que en la película se eliminan varios argumentos secundarios que harían tediosa la película o que los personajes están mejor delineados psicológicamente en el texto que en el film. Bueno, siempre hay excepciones, y una de las más evidentes es El tercer hombre. La película dirigida por Carol Reed en 1949, protagonizada por Joseph Cotten, Trevor Howard y Orson Welles es, en mi opinión, una de las grandes películas de todos los tiempos; el elenco actoral es inmejorable: Cotten como el amigo ingenuo incapaz de sospechar de su antiguo compañero de colegio; Howard, inconmensurable, como policía militar encargado de arrestar a toda la gentuza que malvive traficando en la Viena de posguerra; Welles en el papel de cínico traficante, encantador para manipular a sus amigos y carente del más mínimo escrúpulo; Aida Valli, la novia del supuesto muerto que descubre que ha sido engañada; incluso los actores secundarios son buenos, especialmente los austriacos (todos con décadas de actuación teatral a sus espaldas) como Ernst Deutsch (el barón Kurtz), Erich Ponto (el doctor Winkel), Siegfried Breuer (Popescu) o Paul Hörbiger (el portero de Harry Lime). La fotografía de la película es espléndida, con una Viena en ruinas que encaja perfectamente en las vidas de los protagonistas. Y qué decir de la maravillosa banda sonora de Anton Karas y su cítara, que da un punto melancólico de desengaño y tristeza, sentimientos principales de Holly Martins y Ana. Así pues, la película es extraordinaria, ¿y la novela?
Creo haber visto la película más de diez veces, las últimas, claro está, en versión orginal; y ahora he encontrado por fin la novela, de segunda mano, pues, al igual que toda la obra de Graham Greene, parece haber sido olvidada. En el prólogo del autor sorprende leer lo siguiente: "Para el novelista, desde luego, su novela es lo mejor que puede hacer con el tema elegido; por eso tiende a oponerse a muchos de los cambios requeridos para transformarla en filme o en obra de teatro; pero El tercer hombre nunca pretendió ser otra cosa que una película. El filme, en realidad, es mejor que el cuento porque es, en este caso, el cuento en su forma definitiva." Es difícil encontrar mayor sinceridad en un autor. Pues bien, tras leer El tercer hombre estoy totalmente de acuerdo con Greene: la novela no tiene, ni de lejos, la rotundidad de la película; no hay argumentos secundarios ausentes en la copia cinematográfica; los personajes no están mejor desarrollados; y lo explicito de las imágenes no están bien pergeñadas en el texto. Se aprecia claramente, como el autor confiesa, que la novela es posterior al guión cinematográfico, una obligación editorial tras el rotundo éxito de la película y que no está desarrollada como debiera. En definitiva: un peliculón y una novelilla.
Pero claro, sería injusto obviar la excelente dirección de Carol Reed que conjunta el enorme talento actoral con su capacidad de narración para atrapar al espectador desde el primer momento. Esto es otra virtud de la literatura: que puede generar obras cinematográficas o teatrales de mucha mayor calidad que el texto original, con lo cual siempre redunda en producción cultural de calidad que, al menos a algunos, puede ayudar a sobrellevar el tedio de la vida...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.