domingo, 4 de agosto de 2019

"La isla de los pingüinos", de Anatole France.

 Un autor otrora canónico, hoy, injustamente, olvidado. Premio Nobel de literatura en 1921 y escritor de una influencia gigantesca, especialmente en el ámbito francófono. La isla de los pingüinos es una sátira de la sociedad humana, con una agudeza tal que escuece a la vez que sorprende el conocimiento del alma humana. Es, grosso modo, la sustitución de la humanidad por los pingüinos, sus "avances" a lo largo de la historia, sus escasas virtudes y sus inmensos defectos. La elección de esta ave para la comparación es perfecta, pues la apariencia patosa pero a la vez presumida  de estos bichos encaja absolutamente con la vanidad humana.
 Empieza todo con San Maël que, accidentalmente, comienza a predicar a los pingüinos tomándolos por humanos, así que Dios, acompañado de otros santos decide hacer humanos a los mismos. Perderán en gran medida su cuerpo de aves para semejar humanos, pero sobre todo perderán su falta de consciencia en sí mismos para acabar desarrollando todo tipo de teorías filosófico-religiosas que expliquen su existencia. Así, por ejemplo, desarrollan la teoría (tan humana, aquí, "tan pingüina") de haber sido creados a imagen y semejanza de un dios que los ha diferenciado del resto de animales otorgándoles un alma inmortal. Pero donde la clarividencia de France llega a hacer diana es en la organización "pingüinil", tan grotescamente humana, con frases que impactan como un directo de Cassius Clay en la mente del lector: "la resignación de los pobres es el fundamento del orden social", "que la miseria privada contribuya a la prosperidad pública", "todo el poder viene de Dios"...
  Después, France pasa a relatar la historia de los pingüinos haciendo un evidente remedo de la historia de Francia, con la creación de mitos nacionales: una "pingüina" que se parece de forma sospechosa a Juana de Arco; la búsqueda de un enemigo para reafirmarse colectivamente, frecuentemente el que esté más cerca; y, por supuesto, la reafirmación constante de las virtudes patrias y de los defectos extranjeros para así aliviar la presión de la consciencia sobre uno mismo. En determinado momento se introduce la historia del pingüino Pyrot, alter ego evidente de Alfred Dreyfus, aquel capitán del ejército francés que fue injustamente acusado de espionaje y que, finalmente, se demostró que todo había sido un caso claro de antisemitismo (por cierto, el propio Anatole France, defendió públicamente a Dreyfus, ganándose la antipatía general de buena parte de sus conciudadanos). Acaba esta sátira con un fresco de la sociedad "pingüina-humana" del futuro, acuciada por la superpoblación, en la que todos viven para trabajar de forma enfermiza como un hormiguero sin alma que habrá de llevar, indefectiblemente, a una degradación social que destruirá la sociedad para volverla así hacia una vida más normal y en consonancia con la naturaleza.
 En definitiva, una novela imprescindible para entender el discurrir histórico del género humano, con más de cien años (publicada en 1908) de rabiosa atemporalidad.

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