Tras las cálidas vacaciones macaronésicas en las que preferí disfrutar de lecturas más sencillas, y superficiales (léase Stephen King y Neil Gaiman), vuelvo a las frías rutinas mesetarias con algo propio de climas continentales: el bueno de Boris Leonídovich Pasternak, con su obra cumbre, ésta:
En realidad, la compré en una librería de viejo (más bien, una tienda de oportunidades y segunda mano) de la propia isla africana, anticipando, tal vez, la vuelta a las nieblas peninsulares y buscando una lectura más densa, más "esteparia". Es curioso que, siendo un enamorado de la literatura rusa y habiendo leído casi todo lo de Tolstoi, Dostoievsky, Goncharov, Turguénev, Chéjov y demás, no hubiese leído la novela que originó una de las mejores películas (a mi modo de ver) de los años sesenta del pasado siglo, con un Omar Sharif impresionante como Yuri Zhivago y una verosímil Julie Christie como Lara, además de Alec Guinness como siempre genial. Esa película es buena, además, por su fotografía (rodada, por cierto, en su mayor parte en España) y por una banda sonora que, al menos a mí, me pone la piel de gallina.
Bueno, pues no había leído Doctor Zhivago, así que cuando la encontré en esa peculiar tienda portuense no lo dudé. La edición es, como puede verse en la imagen escaneada, perteneciente a una de esas colecciones baratas que las editoriales sacan con regularidad con pomposos títulos como "los premios Nobel del siglo XX" o "las mejores novelas de la literatura universal"... en fin, es la traducción de Fernando Gutiérrez de 1959, la única en que se transliteró como Jivago en lugar de Zhivago.
La novela me resulta en sí (quizás por comparación con lo anterior leído, King y Gaiman) muy "rusa". Una prosa lenta, más descriptiva que narrativa, con tropecientos personajes que enredan sus apuradas vidas, todo trufado con los patronímicos que convierten a los personajes en Yuri Andreyévitch, Larissa Fiódorovna o Antonina Aleksándrovna... Los temas principales son esos enredos vitales, pero con el trasfondo histórico de aquéllos cambios tan bruscos de la primera mitad del siglo XX (I Guerra Mundial, Revolución rusa, II Guerra Mundial...) y los aparatosos cambios políticos y socio-económicos que acarrearon. Puede que esa mezcla de Historia e intrahistoria haga tan apetitosa y verosímil la novela, la dota de una corporeidad casi tangible que hace de su lectura un sutil pero evidente y reposado placer.
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