Decimonovena entrega de la serie Mundodisco, del inolvidable autor inglés, Terry Pratchett. El Mundodisco, parodia hilarante de nuestra egregia sociedad humana, sigue su avance por el Multiverso, descansando sobre cuatro gigantescos elefantes que reposan, a su vez, sobre la inmensa tortuga cósmica, Gran A'Tuin.
Ahora toca satirizar utilizando a la Guardia de la ciudad, un cuerpo policial heterogéneo como pocos, pues tiene entre sus componentes: humanos, troles y enanos, además de una mujer-lobo, que tratan de averiguar con más suerte que verdadero tino profesional los desmanes que se puedan cometer en una ciudad tan putrefacta, tan humana, como Ankh-Morkpork.
Esta vez están asesinando a pacíficos viejecitos, todos con objetos brutalmente contundentes (una hogaza de pan, una de las armas más mortíferas fabricadas por los enanos) sin dejar huella alguna. La agente Angua (mujer-lobo) y el recién incorporado Jovial Culopequeño (enana cuyo género ha sido confundido... por aquello de la espesa barba, más que nada) los están investigando. Las pocas pistas que tienen se reducen al arma homicida y a unos extraños restos de arcilla que quedan siempre junto al cadáver.
Por otra parte, alguien está envenenando al Patricio, pero muy lentamente... la agente Culopequeño, con sus enormes conocimientos de alquimia y su impropia prudencia (impropia para un enano), trata de deducir que sustancia lo está provocando, y cómo... aunque realmente nadie echaría mucho de menos a Vetinari...
Además, Lady Sybil, la mujer más rica de la ciudad, está obsesionada con que su marido, el comandante Samuel Vimes tenga un pasado noble, y, ya se sabe, nada viste más a la nobleza que un lustroso escudo familiar. Para fabricarse un escudo nobiliario a medida, Vimes acude a una casa heráldica donde descubrirá que la persona más noble de la ciudad, a la cual están buscando dichos expertos de heráldica no es ni más ni menos que su cabo, Nobby Nobbs, un tipo que ha llevado siempre la vida más arrastrada de la ciudad y que algunos no lo llegarían a calificar como ser humano.
Esos son los argumentos principales, pero, en realidad, lo mejor es la parodia que se hace de la sociedad humana y sus miserias: la nobleza ridícula que muchos creen tener o, al menos, aparentan; la como poco difícil relación entre especies de la multiétnica ciudad de Ankh-Morkpork, remedo de cualquier ciudad moderna europea y sus multiplicidades raciales; o la soberbia de un gobernante que cree tener a toda una ciudad a su plena disposición. Ese es el gran mérito de Pratchett, reírse de las vanidades humanas aunque sea traslocado a un mundo plano que navega en una tortuga gigantesca...
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