El cómic (o, para darle más prestigio, la novela gráfica) es un formato tan bueno como cualquier otro para narrar historias, sean nuevas o tan manidas e icónicas como las mitológicas. Como es evidente que el cómic es "consumido" cada vez por lectores de mayor edad, empiezan a diversificar la temática. Dicho de otra forma, cuando un servidor era joven, los cómics se circunscribían a temas infantiles y juveniles; pero ahora que hemos envejecido, el lector de cómic está interesado en temáticas más maduras y complejas. Los avispados editores han entrevisto el filón, haciendo que los esforzados dibujantes comiencen a adaptar novelas u óperas que antes hubiera parecido imposible ver en este formato. Entre los dibujantes de cómics, auxiliados por escritores que adaptan los textos, hay algunos que se han especializado en este "mercado" tan peculiar, P. Craig Russell es uno de los más destacados.
El tal Philip Craig Russell (Wellsville, Ohio, Estados Unidos, 1951), además de tener una profusa obra de todo tipo de cómic juvenil y adulto merecedor de numerosos premios, parece que ha sido hasta la fecha el más osado a la hora de adaptar al cómic las obras de compositores clásicos. Así, suyas son adaptaciones de La flauta mágica de Mozart, Pelleas y Melisande de Debussy o Salomé de Richard Strauss. Con ese bagaje era evidente que era el dibujante perfecto plasmar en viñetas una obra tan compleja y, a la vez, apasionante como El anillo del nibelungo. Como todo negocio editorial, el cómic también está sujeto a dificultades (público escaso pero exigente, altibajos socioeconómicos, adaptaciones más o menos exitosas...), de forma que una obra tan compleja como la wagneriana tuvo que ser fragmentada no ya en sus cuatro óperas naturales (El oro del Rin, La valkiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses), sino en catorce entregas. El resultado es brillante. Si se piensa bien, es sorprendente que no se hubiera adaptado antes, teniendo en cuenta que muchos cómics de superhéroes están basados en distintas mitologías, entre ellas la germánica, al igual que la obra de Wagner. Quiero decir que Sigfrido, Wotan, Alberich, Fafner o Brunhilde son los típicos personajes de cómic: extremos, héroes o villanos; inverosímiles en el mundo real; con comportamiento extremista y desaforado; de gran belleza o fealdad... vamos, que no desmerecen al lado de Superman, Batman o Spiderman, ni siquiera en sus ridículas vestimentas...
Teniendo en cuenta que los superhéroes de cómic son los héroes populares modernos de millones de jóvenes de los siglos XX y XXI, bien es factible que estos héroes de tradición oral a los que Wagner elevó a la categoría de arte fueran los superhéroes de una época anterior a la televisión y otros medios de comunicación actuales.
La obra de Russell ha sido publicada por Planeta en un formato más apropiado para el lector al que está destinado: tapa dura, con alta calidad en papel y tinta, así como con prólogos que enlazan la antigua tradición oral con Wagner y, ahora, con el cómic, y, sobre todo, en un único tomo de 453 páginas y no los catorce volúmenes en los que se fue publicando por vez primera. Vamos, que se entiende que no está destinado a quinceañeros.
Con respecto al estilo del dibujante americano, es lo que se ha dado en llamar "línea clara", la más frecuente en cómic, que supone la delimitación entre personajes y fondo con líneas depuradas y continuas, con colores planos en los que los volúmenes se consiguen mediante la aplicación de sombras en negro.
El anillo del nibelungo es, en definitiva, un hito en la adaptación de obras operísticas a un formato literario más asequible pero igualmente válido y que, sin duda, seguirá ampliándose en los años venideros.
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