Segunda novela del tal Söderberg que leo, la primera fue Doctor Glas, que me pareció tremendamente actual, teniendo en cuenta que fue escrita hace más de ciento quince años. Algo semejante he sentido con ésta. Tal vez las sociedades humanas que urden, las escandinavas del principio de siglo XX, sean actualmente las que disfrutamos y sufrimos en toda Europa, con la crisis de la moral cristiana que se escinde en una suerte de humanismo moral (presente ya en el cristianismo luterano) y una vuelta a la animalidad, a los instintos más primarios. Söderberg narra todo con naturalidad, cabría decir que con pasividad e indiferencia incluso que podría ser fruto de ese estereotipo escandinavo de gente fría y cerebral que o bien no tiene pasiones o bien las someten con gran éxito. Bueno, pues tanto Doctor Glas como El juego serio narran pasiones, pasiones llevadas a trompicones, como corresponde, pero con la elegancia de esos tipejos altos y rubios, los suecos, que los españoles, tipejos bajos y morenos, aparentemente no tenemos.
En El juego serio, el protagonista principal, Arvid Stjärnblom, tiene rasgos muy parecidos a Söderberg, hasta el punto de que algunos críticos lo consideran alter ego del autor. Como el autor es periodista y escritor, como el autor reparte su amor entre su mujer y su amante, como el autor padece una neurosis in crescendo, y como el autor decide "tomar las de Villadiego" cuando todo se tuerce irremediablemente.
Lo mejor de las dos novelas de este autor sueco es la capacidad de descripción psicológica de los protagonistas, de sus cambios y evoluciones. Lo hace tan bien que los personajes son redondos, verosímiles, creíbles como llegan a serlo los del autor en el que pensamos inmediatamente en la perfección de creación de personajes: Dostoievsky.
Con respecto a la actualidad de las relaciones entre personajes se nota en la independencia que tienen las mujeres con respecto a los hombres, no tanto independencia económica, pero sí emocional, algo que en las sociedades del sur de Europa se ha conseguido hace muy pocas décadas. Las mujeres de Söderberg no están pendientes de prejuicios, dimes y diretes, sino que se aferran bien fuerte al timón de sus vidas, arramblen con quien arramblen.
Otro aspecto diferenciado de esta novela con respecto a Doctor Glas es que la ciudad de Estocolmo toma un papel importante, hasta el hecho de conformarse en un personaje más. Un servidor, desgraciadamente, no conoce la ciudad de los Nobel, con lo que no saca el partido a aquéllos que conocen la capital sueca en la actualidad y, más o menos, cómo estaba a principios de siglo XX. Algunos personajes son caracterizados, descritos al menos, por el hecho de pertenecer a uno u otro barrio, o tratar de vivir en un lugar u otro de Estocolmo; esto para los que desconocemos la ciudad es un lastre que nos impide conocer plenamente (al menos, tan plenamente como el autor pretendía) la idiosincrasia local. En este sentido, es de agradecer que los de Ediciones Alfabia hayan incluido un pequeño glosario de nombres y localizaciones que en parte palían esta carencia del lector.
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