Estudiando lo que entonces se llamaba "B.U.P." (esto es, Bachillerato unificado polivalente, ¡chúpate ese eufemismo!) recuerdo estudiar el nombre de Ionesco y su obra teatral primordial, La cantante calva, como obra señera del Teatro del absurdo que, supuestamente, dominó la vanguardia teatral, al menos en Europa, en aquellos años de posguerra. No nos la hicieron leer ni representar, ¡a Dios gracias!
Trato de no ser injusto al leer esta obra y darle la importancia que pudo tener en su época: en un continente arrasado por la guerra, tratando de alejarse de la miseria económica y moral... Tal vez, en esa tónica, el teatro servía de válvula de escape, buscando un nuevo tipo de humor... o tal vez, simplemente, los sesudos críticos teatrales trataron de crear una nueva corriente dramatúrgica a partir de nada...
¿El teatro del absurdo pretendía hacer pensar a los espectadores que sus vidas no tenían sentido? La respuesta académica más usada era que el teatro del absurdo provenía de una concepción existencialista de la vida. Supuestamente, a través del humor disparatado y absurdo ridiculizaba a la sociedad y sus costumbres. ¿Explicación plausible? Puede, pero rebuscada.
Lo que antes decía: tras la debacle humana de la Segunda Guerra Mundial y sus horrores, la sociedad europea tenía que repensarse de nuevo. Se había ido demasiado lejos en la deshumanización, eso es lo que podría dar sentido al teatro del absurdo: es como un aldabonazo en la adormecida nuca del espectador que le lleva a comprender que algo no funciona en su sociedad.
La cantante calva fue representada por vez primera en 1950, hoy, en 2022, no se llega a comprender totalmente. En parte porque los convencionalismos sociales que pone en solfa ya no están vigentes, en parte porque es demasiado sutil en sus planteamientos.
Los de Alianza Editorial dicen: "Lo que comienza como un disparatado diálogo formado con tópicos de manuales de enseñanza de idiomas va transformándose progresivamente en un ataque al lenguaje como representación de nuestra concepción del mundo hasta llegar a su total destrucción por medio de la fragmentación de la palabra". Vale, lo compro. ¡Pero todo eso pasa en la última escena, la undécima! Y en las diez escenas anteriores, ¿qué pasa? En las diez escenas previas hay una sátira (si es que esta obrita tiene alguna importante) hacia las convenciones sociales en las que las familias burguesas invitaban a otras semejantes a su casa y hablaban de la actualidad con esas normas de cortesía insufribles, rebosantes de falsedad y afectación.
Ahora estoy recordando otra obra clave del teatro del absurdo, de Miguel Mihura, Tres sombreros de copa, que le da cien mil vueltas a ésta de Ionesco, tanto en crítica social como en humor disparatado. Quien no me crea que lea ambas obras, una tras otra. La cantante calva es una "obra clave a nivel mundial" que no está justificada en absoluto como tal. Sólo una industria (teatral, literaria o cultural, da igual) con exclusivos intereses económicos pueden lanzarla como referente teatral o cultural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.