jueves, 6 de enero de 2022

"Apocalipsis"

Género literario precristiano, concretamente judío. Etimológicamente, “Apocalipsis” significa manifestación, revelación, aunque en tiempos modernos ha sido asimilado a caos, destrucción o fin de los tiempos. Es una texto que hoy se nos antoja cruel y desaforado, pero que en tiempos primitivos habría sido perfectamente entendido y asumido; sobre todo porque es un texto para cristianos perseguidos de forma brutal que ven la muerte y la destrucción de la realidad terrena como algo positivo. “El mundo presente se encuentra bajo el control del Maligno, por eso Dios lo destruye”. Dios, por tanto, limpia de morralla su creación con este apocalipsis, algo semejante al Diluvio Universal.
 El texto es muy coyuntural (de la época en que fue escrito, claro), en el sentido de que, según los exégetas, la referencia a Roma (“la bestia”) es equiparado al poder terrenal. Es necesario recordar que, en aquellas fechas, el Imperio Romano perseguía, torturaba y asesinaba a los cristianos (hecho que ocurrirá hasta la llamada “Paz de la Iglesia”, el Edicto de Milán, de 313). Por contraposición, la “nueva Jerusalén” es, claro está, la Iglesia cristiana.
 Con respecto a la autoría, hoy se entiende que fue Juan el Zebedeo, alguien que, para uno que acostumbrado a la narrativa de terror como un servidor, fue un excelente narrador y creador de criaturas malignas, al nivel de Poe o Lovecraft.
 Los siete sellos significan misterio, al romper el último se conocerá la voluntad última de Dios. Al romper los sellos suceden cosas anteriores a la revelación (grandes desgracias): la primera, la plaga o azote de Dios; la segunda, la guerra civil; la tercera, la hambruna; la cuarta, la peste; la quinta, el martirio de los cristianos; la sexta, la cólera divina; y la séptima, los siete ángeles con siete trompetas, cada una de las cuales provoca una gran desgracia. Hoy, en 2022, conociendo aun por encima la historia humana cabe preguntarse cuándo se ha producido el apocalipsis, porque, desde luego, esas siete desgracias han ocurrido centenares de veces a lo largo del tiempo.
 Peculiar es la simbología de la mujer y el dragón: la mujer es la Iglesia, atacada por el dragón, el Maligno. En la narración, la mujer está encinta, el dragón se apresta a devorar al niño según nazca. Todo vuelve a la normalidad cuando se produce la batalla en el cielo entre el dragón y el arcángel San Miguel.
 Continuando con la coyunturalidad histórica, se profetiza que Babilonia derrotará a Roma, cosa que no ocurrió; y se da la fecha fija de mil años a partir del nacimiento de Cristo para que ocurrieran todos estos hechos. Esto, ya sabemos, provocó un milenarismo agudo entre los habitantes de Europa en torno al paso del siglo X al XI, que llevó, por contraposición, a un notable optimismo al superar sin grandes problemas el año 1.000.
 El epílogo es, claro, la victoria final de Cristo sobre el poder terrenal. Leyendo esta última sentencia, sólo puede uno preguntarse, ¿cuándo será finalmente tan deseado fin?

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