Trigésima novela del Mundodisco, aunque en ésta no se hace referencia ninguna a ese extraño planeta a lomos de una gigantesca tortuga cósmica. De hecho, esta novela es una rara avis en la saga, pues tampoco interviene ningún personaje conocido anteriormente, salvo los Nac Mac Feegle (pequeños hombrecillos azules, alcohólicos y pendencieros que dan nombre al texto), y es una novela más sencilla (en el sentido de no urdir varias líneas argumentales para converger al final, y de no utilizar apenas la ironía o el sarcasmo) hasta el punto de que ha sido considerada "dirigida a jóvenes adultos". Porque, creo haberlo dicho hasta la saciedad, Pratchett no es en absoluto novela juvenil; sus tramas son demasiado complejas y, sobre todo, requieren que el lector tenga una experiencia vital bien desarrollada para que la comprenda plenamente. Sí, en ese sentido cabría decir que Los pequeños hombres libres es más ligera, menos elaborada que las otras, y que esa falta de "mala leche" en el humor a que nos tiene acostumbrado el autor inglés la convierta en algo más juvenil.
Argumento general de Los pequeños hombres libres: Tiffany Dolorido es una niña de nueve años, nieta de una mujer de carácter (léase, bruja), que pastorea el hato de ovejas de su familia y cuida de su hermano pequeño, Wentworth. Un mal día, éste es secuestrado sin dejar pista alguna; los Nac Mac Feegle (esas criaturas de pequeño tamaño que Pratchett llama pictsies -mezcla de pictos y pixies-) le informan de que ha sido la reina, una criatura sobrenatural (como casi todo el mundo aquí) que vive en el mundo de los sueños, pero de los sueños malos, de las pesadillas, vamos. Tiffany tendrá que ir en busca de su hermano en compañía de las pequeñas criaturas, entrar en el mundo de las pesadillas y conseguir volver a su realidad inicial. Como suele ocurrir en Pratchett, todo acaba explicándose, incluido que esa reina en realidad es una víctima, que roba niños por haber vivido una infancia dura en el orfanato y necesitar afecto de forma urgente.
Comentaré, aunque sea de pasada, que en la traducción (firmada por Pilar Ramírez Tello, por cierto) se sustituye la jerga de los pictsies (supongo que un inglés preñado de localismos escoceses) por un castellano arcaico con incrustaciones del gallego y del asturiano. No he leído la versión original, por tanto no puedo juzgar con pleno conocimiento, pero entiendo que la traductora sale bien parada de esta dificultad añadida al dar al habla de los Nac Mac Feegle ese carácter anacrónico y popular que, probablemente, tenga en el original de Pratchett.
En fin, otra novela más que pergeña ese mundo alternativo de Pratchett que tanto tiene que ver con el nuestro, aunque, claro, siendo todo más humorístico, más alegre y menos sórdido y rutinario.
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