Cuando un autor de literatura fantástica (etiqueta esta, como todas, imperfecta) escribe novelas inmortales como Momo o La historia interminable, el resto de obras parece de muy inferior categoría, casi irrelevante. Así, Ende publicó varios cuentos y novelas claramente infantiles (los dos citados antes no son ni juveniles, sino para lectores maduros, que hayan vivido lo suficiente como para entenderlas) que recibieron su merecido éxito, pero éstos sí claramente infantiles por la simplicidad de su prosa, su sencillez de personajes, etcétera. De narrativa para adultos, estrictamente, al menos que haya sido publicada en nuestra lengua, sólo dos volúmenes: El espejo en el espejo y ésta que voy a reseñar, La prisión de la libertad. Además de esto, el escritor alemán publicó varios volúmenes de poesía, obras de teatro y tuvo una notable actividad como ensayista, principalmente para prensa escrita.
Son ocho relatos bastante diferentes entre sí, aunque todos comparten las características de su prosa: acerba crítica social, reivindicación de la fantasía en un mundo demasiado gris y algunos elementos surrealistas.
La meta de un largo viaje es un relato un tanto desabrido, enigmático y con momentos de crueldad, que narra la existencia de Cyril, una criatura que discurre por el mundo con los sentimientos totalmente cercenados, de ahí que se comporte con esa crueldad ante aquellos que le demuestran afecto. Es, probablemente, la denuncia de una sociedad materialista en la que todo ser es, simplemente, una pieza que ha de encajar en el "gran sistema", una sociedad en la que los sentimientos más puros no tienen cabida. El pasillo de Borromeo Colmi es un cuento típicamente "borgiano", no en vano está dedicado al gran maestro argentino, tiene su humor surrealista y la incorporación de personajes y citas reales. La casa de las afueras abunda en el mismo tema que el anterior: la existencia de una gran mansión que, siendo enorme por fuera, no tiene dimensión alguna en el interior. Tamaña imposibilidad física genera, claro, una desazón en los racionales personajes que pueblan el cuento. Las catacumbas de Misraim es, sin duda, la obra maestra de este volumen. Hoy diríamos que es un "relato antisistema" puesto que, haciendo una analogía con nuestra sociedad, denuncia un mundo de esclavos que viven en una existencia subterránea de trabajo y sumisión. Sólo uno de ellos, Iwri, parece añorar el exterior, tanto que comienza a dibujar ventanas en los túneles que habita. Por supuesto, el sistema lo reprime y encarcela. De la prisión es liberado por alguien que lo lleva a unos grandes invernaderos donde se cultiva un hongo que, al parecer, es ingerido por los esclavos de las catacumbas y que inhibe su capacidad para soñar. Iwri, alertado de esto por un anciano trabajador de los invernaderos, decide destruirlos para que, al no ingerir el hongo, el resto despierte de su inducida sumisión. El relato acaba con una revolución en las catacumbas que, sin embargo, termina por ser desactivada cuando los tiranos usan el miedo a lo desconocido como chantaje emocional. Es un texto extraordinario, muy parecido tanto en la calidad como en el argumento a Momo.
Notas de Max Muto, viajero por el mundo del sueño es un pequeño relato fantástico sobre una ciudad perfecta que acaba por devorar a sus creadores, haciendo que éstos formen parte de sus propios edificios. La leyenda de Indicavía, por último, es una fábula sobre la búsqueda de la fantasía, de la creencia en la magia.
En fin, un volumen con una calidad fluctuante, algunos relatos son como mucho regulares y otros verdaderas obras maestras como Las catacumbas de Misraim, que debería ser llevado al cine para que fuera conocido por las masas, esas masas esclavizadas que se niegan a sí mismas el acceso a la fantasía... o no, tal vez sea mejor que sigan donde están...
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