Esto de llevar un blog tiene su peligro. Al menos el mismo que llevar un diario (eso sí, en este caso abierto a quien quiera leerlo sin tener que violentar la intimidad de un cajón o un escritorio). El peligro estriba, a mi parecer, en el error que uno puede cometer al releer textos que escribió años atrás para, aún reconociéndose, no estar de acuerdo en absoluto, es más, sentir que uno ha cambiado tanto que a duras penas se reconoce. Esto me ha pasado al visionar la versión cinematográfica de 1948 de la novela de Stefan Zweig, Carta de una desconocida. En un principio me ha costado reconocer al autor literario, aunque estando ambientada en Viena en las primeras décadas del siglo XX, emular romances imposibles entre personajes acomodados de aquella sociedad, y un no sé qué de cierto decadentismo que flota como un halo durante la cinta me hizo sospechar. ¡Claro, esto es de Zweig! En un afán un tanto pretencioso busqué en el mismo blog si había leído la novela, para encontrar que sí, efectivamente, había una entrada del cuatro de octubre de 2015 (hace tan sólo ocho años) en la que (¡ay de mí, avergonzado lo reconozco!) ponía a parir a la novela. Me he quedado estupefacto, ¡cómo podía ser tan ingrato con uno de mis escritores predilectos! Sin embargo, no denostaba la calidad prosística del vienés (¡menos mal!) sino el argumento de su novela. Tildaba éste de "lacrimoso" y "rayano en la estupidez", e insinuaba incluso que era machista. ¡En fin! Me ha dado un poco de vergüenza, la verdad, releer esa entrada de hace tan solo ocho años. ¿Tanto he cambiado?
Imagen tomada del sitio filmaffinity.com
Reconozco que no he releído la novela de Zweig, he visionado la adaptación de 1948, pero lo que más me entristece es el tono dogmático e ideologizado que rezuma aquello que escribí. Hoy (tan sólo 8 años después, repito) creo que escribiría más prudentemente, de forma menos drástica y apasionada, creo...
En fin, la película del 48 es bastante fiel a la novela de Zweig, se cambian datos menores como el hecho de que la protagonista no deje Viena por Innsbruck sino por Linz, o que el protagonista masculino sea músico (pianista) y no escritor, por lo demás se mantiene el argumento general: un artista (en la cinta, un músico, en la novela, un escritor) se instala en un vecindario vienés. Allí corteja inmediatamente a una jovencita del mismo bloque de pisos quien no tiene más ilusión que enamorar al artista, quien es un mujeriego sin solución. Lisa, nombre de la protagonista, abandona Linz para volver a Viena a hacerse la encontradiza con el músico; como quiera que ella ya está crecidita y él es un donjuán perdido, se produce lo inevitable. Él la abandonará pronto por otras, y ella, encinta, conoce todo tipo de vidas, entre ellas la pobreza extrema. Años después, en trance de muerte y tras haber enterrado al niño por unas fiebres tifoideas, ella envía una carta confesando quién fue, la vida que llevó y su inmenso amor no correspondido. La cinta acaba como empieza, con la lectura de esa carta por parte del músico.
Imagen tomada del sitio pinterest.es
En fin, la película me ha gustado (quizá todo sea que me hago viejo y me gustan más las historias románticas, no sé) principalmente por la fotografía que daba ese aire decadentista (del arte por el arte) del que antes hablaba, pero sobre todo por la soberbia actuación de Joan Fontaine, que personaliza con una credibilidad extraordinaria a la criatura enamoradiza capaz de cualquier sacrificio por ese rufián insensible. Hoy no veo esto como sensiblero o de mal gusto. Retrata, sin duda, un amor fuera de toda lógica, pero no es inverosímil en todo caso.
En fin, ya digo, lo que más me ha chocado ha sido el cambio de parecer que he tenido en estos ocho años. Han pasado muchas cosas, es cierto; el tiempo nunca pasa en balde, es indiscutible, pero tanto cambio en mi humilde persona... No sé, me preocupa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.