Tengo prejuicios hacia los best sellers, creo haberlo escrito antes. Tiendo a pensar que son meros productos de unas mentes hábiles pero mediocres, capaces de generar cientos de páginas en pocos meses sin poner en ellas corazón ni alma; esos cientos de páginas son luego vendidos como si fueran productos al por mayor... En fin, todo mucho más cercano al consumismo que al arte. Pero he de reconocer que también los escritores de superventas crean textos memorables que pueden entretener e incluso formar, y que los editores son necesarios para que podamos leer. Así que, comiéndome mis propias palabras, he leído a un autor superventas por antonomasia, Frederick Forsyth.
Parece que Forsyth, ya octogenario, está retirado en el sur de Inglaterra, pero durante tres décadas, la de los setenta, los ochenta y los noventa ocupó los escaparates de las librerías de medio mundo con sus novelas de suspense y espionaje. Vamos, un autor que vendía libros como si fueran rosquillas. No tengo duda de que esa llamada "narrativa de suspense" o "espionaje" tienen más de lectura de evasión que de otra cosa, toda vez que el ciudadano de a pie, de vida más bien anodina, quiere leer casos apasionantes, a vida o muerte, de tipos que arriesgan sus vidas día sí y día también. Bueno, siempre se dijo que se lee para evadirse u olvidar así que... En todo caso, Forsyth parece estar más capacitado que otros para escribir novelas de espionaje, pues él mismo fue espía (si es que se puede decir esto sin reírse) al trabajar durante años para el MI6 británico, una de las dos ramas del servicio de inteligencia del Reino Unido. Tal vez por esto su éxito y que sus novelas parezcan más verosímiles.
La supuesta mayor capacidad de Forsyth para escribir sobre espionaje y demás asuntos turbios no es baladí, hay una pléyade de escritores que lo hacen sin tener gran idea de sobre qué están escribiendo, y luego las editoriales lo venden como si fueran butifarras (lo que decía antes de la mercadotecnia). Digo esto porque hace pocos meses leí Los niños del Brasil de Ira Levin y me pareció un tanto estrambótica e inverosímil. En cualquier caso, con ambas novelas me pasó lo mismo: primero vi las respectivas adaptaciones cinematográficas y después leí las novelas. Tanto fue el éxito de ventas de estos autores que muchas novelas se adaptaban pocos años después, convirtiéndose las películas igualmente en notables éxitos de público.
La película homónima de la novela en cuestión se rodó apenas dos años después de la publicación del texto, fue dirigida por Ronald Neame y protagonizada por Jon Voight y Maximilian Schell. Es una película entretenida, con un ritmo trepidante en la que, sin embargo, se cambia el final de una forma un tanto estúpida.
Bueno, la novela tiene, grosso modo, el siguiente argumento: un periodista alemán, en 1963, investiga el suicidio de un judío hamburgués. Éste dejó escrito un diario en el que consignaba su terrible internamiento en el campo de exterminio de Riga, narrando los asesinatos y torturas inmisericordes que infligían los guardianes, dirigidos por Eduard Roschmann "el carnicero de Riga"; en el propio diario, su autor, Salomon Tauber, dejaba claro porqué se suicidaba: acababa de ver al propio Roschmann por la calle, con una vida civil normal, totalmente alejado de aquel pasado criminal. El periodista, Peter Miller, tratará de encontrar a Roschmann infiltrándose en "Odessa", una organización ilegal creada por los propios nazis para facilitar la huida de los más destacados miembros de las SS. El tal Miller tiene, además de la actitud profesional, un motivo adicional para cazar a Roschmann, motivo que se desvelará al final.
Bien, como puede verse, Forsyth mezcla realidad con ficción, algo que siempre puso en práctica. Eduard Roschmann, "el carnicero de Riga", fue el director de aquel campo de exterminio situado en la capital de Letonia en el que se asesinó a decenas de miles de judíos procedentes de Alemania; la organización "Odessa" realmente existió, promoviendo la huida de la justicia de dirigentes nazis hacia Sudamérica, España o Italia; incluye otros personajes reales como el famoso "cazanazis" Simon Wiesenthal... Pero, obviamente, nunca existió el tal Miller ni hubo una caza del nazi en Alemania.
Las diferencias entre la novela y la película son varias, tanto en argumento como en forma. El argumento de la película omite rasgos del periodista que dan verosimilitud a la historia: el personaje interpretado por Jon Voight es mucho más loable que el de la novela, no recurriendo nunca a la violencia (a diferencia del personaje novelesco, que llega a torturar a otro antiguo nazi, Bayer, rompiéndole dedos para que le dé una información de capital importancia); los personajes son más planos, menos redondos en la película, falta evolución, falta descripción; además, la película acaba con el asesinato de Roschmann, mientras que en la novela escapa hacia América Latina (cosa que sucedió en realidad, falleciendo, no se sabe si de muerte natural o no, en 1977). En la forma también hay muchas diferencias entre la novela y la película. La novela es más reposada, hay más reflexión y menos acción. Entiendo que esto es necesario para que la película no se convierta en un tostón, pero también resta credibilidad a la cinta. En fin, cosas habituales entre novelas y sus adaptaciones cinematográficas, que para los lectores suelen estar muy claras y orientar sus preferencias hacia la lectura en detrimento del visionado.
Algo que, sin embargo, me ha molestado sobremanera en la novela es la pésima traducción de la versión de la Editorial Debolsillo (grupo Penguin Random House) que he leído. Pareciera que esta editorial maltratara a sus lectores (quizá no los considera suficiente formados como para darse cuenta) con una traducción del inglés que incluye desatinos como convertir "to presume" por "presumir" en lugar de "suponer", o estructuras gramaticales impropias del español como "no se mueva de junto a Roschmann" (página 374), además de palabros y palabras inexistentes varias. Tal vez no sea tan importante, pero a mí esto me saca de la concentración necesaria para la lectura, y si se repite a menudo frecuentemente llego a abandonarla.
Bueno, al margen de la traducción, la novela es digna de ser leída. Forsyth es muy meticuloso a la hora de describir hechos y personajes del pasado, recurriendo a incisos explicativos para que el lector pueda comprender plenamente acontecimientos ajenos a su vida y así empatizar con tal o cual personaje.
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