Primera novela (y tal vez, la última) del famoso paleontólogo Juan Luis Arsuaga, archiconocido por su trabajo en Atapuerca. Es su única novela aunque tiene multitud de publicaciones, tanto de ensayo científico como de divulgación. Al otro lado de la niebla versa sobre su tema, obviamente, es decir, la Prehistoria, con personajes que tratan de sobrevivir a duras penas en condiciones extremas con imponentes bestias (osos, leones, hienas, lobos...) que depredan sobre ellos; con un clima aún más brutal; y con unas relaciones humanas en las que no falta ni el canibalismo. En ese contexto dulce y edulcorado pergeña el paleoantropólogo una novela sencilla, eficaz, un tanto ingenua (diría incluso que es más narrativa juvenil que para adultos) pero sin errores aparentes.
La novela está dividida en tres partes. En la primera se presenta a un hombre del Paleolítico que será el maestro del personaje principal. Éste acabará tomando el oficio de aquél, tatuador y dibujante en las cuevas que habitan. En este sentido es de agradecer que Arsuaga, como no podía ser menos de un reconocido paleontólogo, es muy respetuoso con los hallazgos tanto de arte parietal (describe pinturas y grabados muy estudiados del arte franco-cantábrico) como de arte mueble (en particular incluye en su texto el famoso hombre-león, estatuilla elaborada en marfil de mamut hace unos treinta y dos mil años en lo que hoy es el sudoeste de Alemania); además se incluyen comportamientos humanos que se sabe mantuvieron aquellos hombres primitivos. En la segunda parte, ya se ocupa de la azarosa existencia de ese personaje principal, Piojo, un expulsado de su tribu, lo que le incita a vagar por grandes áreas deshabitadas hasta encontrar otra tribu que lo quiera acoger. En la última parte, el desdichado Piojo es capturado por un clan de caníbales, de los cuales escapa milagrosamente con todos los miembros intactos. Por cierto, aquí también describe una "maldición" de los antropófagos (de canibalismo ritual, claro, el más frecuente en la humanidad, cuando se devoran órganos concretos de enemigos o amigos para obtener su fuerza, valor, virilidad...), esa maldición los lleva a enfermar, debilitarse, perder el equilibrio y temblar hasta morir. Evidentemente está describiendo la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, una encefalopatía descrita en cierta tribu aislada de Papúa-Nueva Guinea que tenían el canibalismo ritual entre sus más arraigadas tradiciones. Todas estas referencias son tratadas sin pedantería ni jactancia, sino como hechos habituales de aquellos hombres, lo que da un cierto empaque y verosimilitud a la novela.
Algo curioso es la cantidad de localismos castellanos (principalmente burgaleses, palentinos y cántabros) que el autor vierte en el libro: expresiones como rabona por liebre, ligaterna por lagartija o friura por tiempo frío son términos no muy conocidos fuera de esta zona de la Meseta. Y es que, sin decirlo explícitamente, Arsuaga sitúa la acción en la Submeseta Norte de la Península Ibérica, zona que conoce como la palma de la mano por sus trabajos en Burgos. No se da ningún topónimo, claro, sino referencias orográficas como la propia Meseta o la Cordillera Blanca (sin duda, la Cordillera Cantábrica). El título, en fin, es una referencia a la muerte, al Más Allá, pues aquellos primitivos consideraban que los muertos pasaban al otro lado de la niebla (siendo ese elemento meteorológico tan frecuente en esta zona).
En fin, la novela está bien pergeñada, es agradable de leer y no contiene fallos evidentes. Pero no creo que hubiera sido publicada si no hubiera sido su autor un famoso paleontólogo presente en todos los medios de comunicación, todo hay que decirlo.
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