Ya está aquí la Feria del Libro, un evento modesto, pero, dado el tamaño de ciudad, importante. Digo modesto porque apenas se superan la media centena de casetas, frente a las casi cuatrocientas de la de Madrid, por ejemplo, pero, con todo, es interesante como dinamizador de la vida cultural de la ciudad (aparte, claro, de un modelo de negocio). Lo que nadie duda es del éxito de volver a la Plaza Mayor, el espacio público más reconocible de la ciudad, en lugar de la Acera de Recoletos en la que estuvo durante tantos años en el pasado. En fin, siempre digo lo mismo, que estas ferias tienen más de la imprescindible periferia de la literatura que otra cosa, es decir, que es más para libreros y editoriales que para lectores, pero (desgraciadamente) los lectores necesitamos a libreros y editores, ¡qué le vamos a hacer! Obviando esto es un gusto echar un rato entre casetas revisando carátulas y contraportadas.
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