sábado, 2 de noviembre de 2024

"Sofía viste siempre de negro", de Paolo Cognetti.

  Las normas (incluso las que uno mismo se impone) están para ser incumplidas. Tamaña tontería que acabo de escribir viene a cuento porque un servidor se llena la boca jurando y perjurando que no lee literatura contemporánea para no caer en el error de leer basura promovida desde las grandes editoriales, que prefiero leer lo que tiene un mínimo de ochenta años, novelas y obras en las que el tiempo ha dejado su pátina de polvo y olvido para así leer sólo aquello que de verdad merece ser leído y no caer en modas y promociones editoriales. Vale, el argumento es simplón, pero incontestable, pero como con todo, también en esto me engaño a mí mismo. Porque la novela que acabo de terminar es de un tipo que tiene menos de cincuenta años y que, claramente, ha sido lanzado al estrellato literario por una de las editoriales más potentes de su país (en un inicio, Einaudi, que a su vez forma parte de Mondadori, que es parte de la multinacional editorial Penguin Random House Mondadori, casi nada). Sí, no respeto ni mis propios principios, esos a los que presumo estar tan adherido. En fin, me perdonaré la vida, por esta vez... Lo cierto es que creo haber leído todo lo que este tío ha publicado en nuestra lengua (con este libro son seis entre novelas, ensayos, o más bien ensayos novelados y "novelas ensayísticas", porque este Cognetti escribe, como es tan frecuente hoy, en una mezcla de reflexiones en voz alta con narración de ficción), y, la verdad, hasta hora todas mantenían una línea común temática y, sobre todo, formal, pero ésta es distinta.
 Las anteriores novelas de Paolo Cognetti que leí eran más consideraciones sobre la soledad del hombre, aunque se viva inserto en la sociedad; sobre el significado último de la vida cuando se pone en la piedra de toque, por ejemplo de la muerte de un ser querido. En esas novelas la forma era bastante deficiente. No me refiero a la sintaxis, sino a la estructura del texto; ésta era anodina, previsible, plana. Eso es algo que se constata con mucha frecuencia en nuestros días. Con todo, disfrutaba de las novelas de Cognetti porque presentan reflexiones muy comunes sobre la existencia, la soledad, la compañía, el paso del tiempo... que todos, en mayor o menor medida, experimentamos, y llegaba a unas conclusiones implícitas en el texto de las cuales yo no me sentía muy lejano. Bien, esta novela es muy diferente en la estructura y forma, si no fuera por los temas tratados cabría suponer que fueron escritos por distintas personas.
 Según parece, Sofía viste siempre de negro es una de sus primeras novelas, concretamente se publicó en 2012 y fue finalista del Premio Strega en 2013 (premio comercial otorgado por la Fondazione Bellonci y que ganaría en 2017 con su famosa novela Las ocho montañas). Lo cierto es que, a diferencia de otros textos de Cognetti, la que nos ocupa en esta entrada del blog tiene una estructura mucho más trabajada, con diez capítulos en los que se desgrana la vida de Sofía Muratore. En ellos, de forma un tanto anárquica, con analepsis, se va dando a conocer el personaje a través de los personajes secundarios con los que trata: su amigo de la infancia, Óscar; su madre, Rossana; su tía, Marta; su padre, Roberto; hasta llegar a Pietro, el escritor omnisciente que lo narra desde el principio. Es interesante y novedoso, porque el cuadro que es la personalidad de la protagonista se va formando en función de las distintas pinceladas que van dando esos personajes secundarios. Además, desde un punto de vista sintáctico, la novela está más elaborada que las anteriores, con oraciones más rebuscadas pero sin resultar artificiosas. No es ni mejor ni peor, va en gustos... Sofía viste siempre de negro (Finalista Premio Strega, 2013) está más desarrollada estructuralmente que temáticamente, mientras que Las ocho montañas (Premio Strega, 2017) es más sencilla en las formas pero más intensa en los temas, tanto, tanto, que parecen de autores diferentes. Lo que me cuesta comprender es el cambio de criterio de los jurados que otorgaron esos premios con tan solo cuatro años de diferencia; siendo malpensado cabría suponer que tenían de antemano tomada la decisión de promocionar a un joven escritor a toda costa y habían elegido al tal Cognetti para lanzarlo al estrellato. Pero eso es siendo malpensado, ya digo...
 La novela que acabo de leer, pues, gira en torno a Sofía Muratore, joven milanesa con problemas de relación en la infancia, tendencias suicidas en la adolescencia y dificultades en la juventud. Pero no hay dramas sensibleros ni nada por el estilo, se narra de forma casi aséptica, como un estudio de laboratorio, aunque, claro, se narran sentimientos más o menos intensos a lo largo de los poco más de treinta años de vida que se narran de la tal Sofía. Volviendo a lo de la estructura formal, aquí Cognetti demuestra ser un escritor capaz de pergeñar historias complejas y de aprovechar todas herramientas lingüísticas a su disposición. Las otras novelas, por el contrario, son más simples, pero llegan más lejos, digamos que parece que Paolo Cognetti ha encontrado su "voz personal" más tardíamente, aunque sea a costa de sacrificar una estructura y forma más elevadas
 Es ésta, pues, una novela muy bien pergeñada, trabajada y cuidada, aunque tiene menos capacidad de tocar el corazón del lector, capacidad que el autor italiano parece haber aprendido con el tiempo.

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