Cuentos del autor de las excelentes novelas La montaña mágica, Los Buddenbrook o La muerte en Venecia. Son relatos, pero con leer unos pocos párrafos le llega a uno la prosa cocinada a fuego lenta del escritor de Lübeck. Y no sólo es la lentitud de su narrativa, plena de oraciones subordinadas, sustantivos adjetivados dos o tres veces, descripciones minuciosas hasta la farragosidad; también son los argumentos y temas de siempre: el crecimiento personal, la sensación de extrañamiento, la condición de artista inserto en la sociedad, tal vez los sentimientos homosexuales; y también son frecuentes las mismas localizaciones: sanatorios, balnearios, hoteles... Los tres relatos son muy semejantes, pues, y de hecho alguno parece un esbozo de las famosas novelas que he citado antes. Veámoslo uno a uno.
El primer relato contenido en este volumen es Tristán, que hace referencia sin lugar a dudas al mito medieval Tristán e Isolda y a su adaptación operística por Richard Wagner. En esencia es el amor imposible, que sólo puede acabar con la muerte de los enamorados. Al igual que en La montaña mágica, la ambientación es en un sanatorio para tuberculosos al pie de los Alpes. Allí se encontrarán la señora Klöterjahn, casada con un hombre de negocios más preocupado por el dinero que por la salud de su esposa, con el señor Spinell, un escritor huraño y misantrópico que, aparentemente, se recluye en el sanatorio para huir del mundo. El tal Spinell tiene toda la pinta de ser un alter ego de Mann, no sólo coincidiendo en la profesión, sino también en su aparente rechazo del mundo, así como en el enamoramiento platónico de la belleza, comportamiento propio del poeta. Al igual que en La montaña mágica, algunos internos de este sanatorio, entre ellos la señora Klöterjahn se engañan a sí mismos disminuyendo la gravedad de su enfermedad, hasta que los síntomas inequívocos de la tuberculosis se manifiestan con toda su crueldad. La imposibilidad del enamoramiento no sólo está en la condición de casada de ella, también en la aparente tara de ser poeta en mundo de negociantes (esto también es típico de Mann). La localización en la montaña, referente de pureza inmaculada, choca frontalmente con la industriosa ciudad de la que proviene Klöterjahn y en la que su marido obtiene pingües beneficios económicos; en este caso, la contraposición es clara: montaña como pureza, ciudad como corrupción.
El segundo relato es Tonio Kröger, el más largo de los tres. Narra la vida de ese personaje, mezcla (de nuevo) de lo pasional y artístico (reflejado en su madre meridional -se insinúa, italiana-, en su nombre de pila y en sus ojos oscuros) con lo racional y mercantil (reflejado en su padre alemán, negociante y su apellido). La breve novela es lo que los alemanes llaman "bildungsroman" o novela de aprendizaje, en la que se narran los profundos cambios psicológicos que se dan en el personaje protagonista desde su infancia hasta la adultez, también otra constante en la obra de Mann. El caso es que el tal Kröger nace en una familia burguesa de una ciudad costera del Báltico, pero con madre meridional que desemboca en el alma inconformista del poeta. En todo momento se pone de manifiesto esta disyunción en el personaje, que lleva al sentimiento de extrañamiento al que antes hacía alusión: Tonio Kröger (y, por ende, Thomas Mann) se siente diferente a los demás y, a la vez, quiere ser como los demás, es un poeta que anhela la soledad pero también quiere formar parte de la sociedad.
Thomas Mann. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
Por último está el relato que da título al volumen, Mario y el mago, situado en una localidad turística a orillas del mar Tirreno. Esta vez está narrado en primera persona, omnisciente, a diferencia de lo que es habitual en Mann, que siempre narra en tercera personal. El protagonista está con su familia (mujer e hijos pequeños, aunque ninguno es nombrado ni tiene relevancia) en un hotel repleto de locales (que son pintados como ruidosos y dicharacheros, pero también patrioteros y nacionalistas) que organiza veladas para entretenimiento de los residentes. Entre esas veladas está la actuación de un mago, el caballero Cipolla, que es en realidad un hipnotizador. Se trata de un personaje estrambótico que maltrata y ridiculiza a los voluntarios que saca al escenarios para que sean objeto de sus trucos de hipnosis. Entre ellos está Mario, un camarero del hotel al que deja en situación grotesca delante de todos los clientes. Tras el mal trago en público, Mario saca una pistola y asesina a Cipolla. Este cuento ha sido interpretado de muchas formas: el ambiente patriotero y ultranacionalista que describe es asociado al Fascismo, pues fue escrito por Mann en una estancia en la Liguria allá por el año 30 del pasado siglo, cuando Mussolini ya había llegado al poder; otros interpretan que es una reflexión sobre el libre albedrío, siendo el hipnotizador el elemento limitante del mismo, pero también la pusilanimidad del protagonista, que queriendo huir de aquel hotel no se decide a hacerlo.
Son tres relatos muy típicos de Mann. No llegan a la calidad de La montaña mágica, pero al tener tantos elementos en común son muy gratos para alguien que haya encontrado en Thomas Mann una de las voces más interesantes de la intelectualidad europea de la primera mitad del siglo XX.
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