La creatividad es un talento extraño, pero muy deseable. Por supuesto, es imprescindible el trabajo tedioso, rutinario y minucioso para llevar a buen puerto la nave; pero si no hay creatividad, no hay nada que hacer. Quizá se pueda aplicar esto a cualquier actividad humana, pero la creación literaria es, junto con la pictórica o la musical, una tarea que necesita esa chispa que da la imaginación, cualidad que no necesita de trabajo pesado, sino que surge como un impulso natural, algo que no se puede forzar, se tiene o no se tiene. Así que, guste o no, los buenos escritores, no me refiero a los que lanzan las editoriales, sino los buenos creadores que despuntan por talento propio, necesitan tener esa inspiración. Ted Chiang, estadounidense de origen chino, la tiene, estoy seguro. Para ser un hombre de casi sesenta años esta chispa a la que aludo no debe brotarle con mucha frecuencia, pues sólo ha publicado unas pocas decenas de relatos de ciencia ficción, pero, a juzgar por lo que he leído en este tomo, esa inspiración tiene una calidad extraordinaria.
Ted Chiang es un escritor a medio camino entre la ciencia ficción y la fantasía. Algunos relatos podría haberlos firmado Asimov, otros están más relacionados con leyendas y mitos tradicionales. En todos, sin embargo, se aprecia una originalidad y una brillantez fuera de lo común. Su prosa es cuidada, lenta, muy adjetivada, tanto que no sé que tal se comportaría en una novela larga, que tal vez podría ser un tanto farragosa, pero en cuentos breves es un autor sobresaliente.
En La historia de tu vida hay ocho relatos, incluyendo el homónimo. Son muy variados de temática aunque la estructura formal, claro, es semejante. La torre de Babilonia es un ingenioso relato que se inspira en la historia veterotestamentaria de la Torre de Babel, dándole un giro para demostrar la redondez de la Tierra. Es francamente brillante, deslumbrante, a medio camino entre la fantasía y la "historia ficción", sacándole punta a una de las historias más viejas de la humanidad: el afán de ser como Dios. Comprende es un cuento que relata otro afán, en este caso en el ámbito científico: conseguir un fármaco que ampliara la inteligencia hasta límites también divinos. Es uno de esos textos que enganchan hasta el punto de no poder dejar la lectura, esperando, imaginando incluso cuál será el siguiente avance en la inteligencia de un conejillo de indias humano. Dividido entre cero es un breve relato que trata de demostrar la inutilidad de las matemáticas, o, mejor dicho, lo relativo de éstas, cómo están planteadas para obtener un resultado previsible. No es poco desafío si sabemos que Chiang tiene formación académica como matemático e informático. La historia de tu vida, cuento que da título al volumen y que ha sido adaptado con éxito a la gran pantalla, explora la posibilidad de comunicación con seres alienígenas. Su mero planteamiento argumental ya despierta atracción: se ha producido un aterrizaje alienígena y los militares convocan a una lingüista para que se comunique con ellos. Las descripciones de los intentos para descubrir el tipo de lenguaje que utilizan los alienígenas y cómo encontrar palabras comunes es un desafío extraordinariamente bien pergeñado. Setenta y dos letras mezcla el Londres victoriano con la apasionante leyenda hebrea del golem, juntando así la producción de autómatas propia de la Revolución Industrial con la leyenda fantástica de ese ser de barro que cobraba vida. La evolución de la ciencia humana es un imaginativo estudio llevado a cabo por unos "metahumanos" que analizan los primitivos avances que han tenido los humanos corrientes.
Todos los relatos están muy cuidados tanto en el plano formal como en el argumental. En este último sentido no se aprecian incongruencias que suelen ser tan frecuentes en otros escritores de ciencia ficción. Es lo que alguien llamó "hard science-fiction" ("ciencia ficción dura o realista"), es decir, ciencia ficción escrita por autores con conocimientos muy amplios de las distintas disciplinas científicas, algo así como Asimov hacía con la robótica y la informática. Pero, como antes decía, lo mejor es la originalidad y la capacidad de ingeniar giros argumentales insospechados, que dejan un sabor excelente al leerlo.
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