El escritor alemán de cultura y origen judíos Arnold Zweig no tiene nada que ver con el mucho más famoso Stefan Zweig, sólo coincide el apellido, poco más. Arnold huyó del nazismo temporalmente en Palestina, entonces bajo autoridad británica, pero regresó a Alemania, concretamente a la República Democrática, donde encontró acomodo social y profesional, llegando a ser presidente de la Academia de las Letras de aquel país comunista. Tan solo he leído esta novela de este Zweig, pero su prosa es muy arcaizante, teniendo en cuenta que esta novela fue escrita en el periodo de entreguerras. A mí, con esa prosa lenta, adjetivada, llena de frases subordinadas, de digresiones argumentales que ralentizan la lectura, me ha recordado, digo, a Tólstoi. En cualquier caso, a diferencia de Stefan Zweig, quien disfrutó de gran éxito profesional en la Viena imperial (del Imperio Austrohúngaro, claro), para luego huir de Europa y del nacionalsocialismo, buscando horizontes más acogedores en Brasil, aunque nunca llegó a superar los derroteros autoritarios y belicistas que tomaba Europa, consumando su suicidio en 1942; Arnold Zweig, merced a su carné del Partido Comunista de la RDA, medró notablemente, encontrando un feliz pesebre en el ámbito académico de Alemania del Este. Arnold pasó a la historia como un escritor políticamente comprometido, denunciante del racismo, como judío; del capitalismo, como comunista; del imperialismo, como izquierdista... De hecho, esta novela se considera paradigma de la denuncia del imperialismo y militarismo prusianos. Lo cierto es que yo no he encontrado nada de ello, ahora lo explico.
La disputa por el sargento Grischa está ambientado en la Guerra del 14, en la que el propio Zweig fue combatiente, concretamente en el lado prusiano del frente con Rusia, cuando ésta, por mor de la Revolución de 1917, se retiraba de la contienda. En esos tira y afloja, un sargento ruso, el tal Grischa, se encuentra en un campo de prisioneros prusiano; otra prisionera rusa, Babka, se enamora del desafortunado sargento, manteniendo una relación amorosa y pasional entre las alambradas. La rusa, más corajuda como mujer, convence a Grischa para que huya aprovechando la identidad de otro ruso, Byuschev y huya hacia el Este. El sargento, más pusilánime como hombre, acepta y huye con falsa identidad, pero es detenido pocos días después de vagar por los extensos bosques de Europa Oriental. Y, claro, es detenido como el tal Byuschev, quien estaba siendo buscado bajo la grave acusación de ser espía, lo que está penado con la muerte. Y así, como quien no quiere la cosa, la situación de Grischa ha pasado de estar retenido en una cómoda prisión militar en la que sólo tenía que dejar pasar el tiempo hasta la amnistía final, a ser considerado espía y estar condenado a muerte. Por supuesto, el sargento junta Roma con Santiago para demostrar su inocencia, que él es Grischa y no Byuschev, que no era espía en ningún caso. Y es ahí cuando la famosa intransigencia prusiana (aquella "cabeza cuadrada" de los alemanes) lleva a una burocracia sin fin que obliga a argumentar y contraargumentar las razones por las que Grischa ha de morir por los pecados de Byuschev, que no se puede incoar un nuevo expediente, que lo escrito, escrito está. Por otro lado, la estúpida jerarquización militar lleva a competir a dos generales prusianos entre sí, indiferentes a la suerte del sargento ruso, pero muy pendientes de su enfrentamiento personal, que no durarán en jugar con Grischa como si éste no tuviera sentimientos. Lo cierto es que el sargento acabará siendo fusilado, ante la indiferencia de una Europa que ya ha visto muchos cientos de miles de muertos; uno más, qué más da.
En fin, la novela se hace bastante larga, a pesar de que no llega a quinientas páginas, pero su ritmo, su tempo es lento y prolijo, con muchas divagaciones y disquisiciones sobre la condición humana, el estamento militar y la estupidez del "mono con pantalones". Lo cierto es que, como antes decía, la novela no resulta especialmente antibelicista, ni antiimperialista, y si el bueno de Arnold Zweig llegó a altas cotas de poder en el ámbito académico de la República Democrática Alemana lo sería más bien por otros trabajos, supongo acertados y agudos, pero no por esta novela. Es ésta una novela interesante, valiosa, pero no excepcional. Quizá el inconfundible compromiso político comunista de Zweig que lo aupara en su momento lo ha llevado al ostracismo actual, al menos fuera de Alemania, pues no es fácil encontrar traducciones al español (por supuesto, antiguas, ya que está totalmente descatalogado) y probablemente a otras lenguas. En todo caso, sí hay una denuncia de esa burocracia sin corazón que siempre plaga todos los países y sociedades, pero mucho más cuando se encuentran inmersos en la más animalesca de las actividades humanas, la guerra.
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