Una película de guerra al estilo ruso, tan diferente de las occidentales... Por supuesto no es un panfleto belicista que engaña a los tontos para que se alisten y entreguen su vida o su salud física y mental para mantener los privilegios de unos pocos, no, se trata de un film que busca los sentimientos de las personas dentro de un conflicto bélico, son ciudadanos anónimos, "de a pie", unos invasores y otros invadidos, todos víctimas al fin.
La cinta está ambientada en la Primera Guerra de Chechenia (del 94 al 96), que se saldó con una victoria parcial de la república independentista; luego, ya se sabe, vendría la Segunda Guerra de Chechenia en la que el gobierno ruso impondría su brutalidad e instauraría el, cuando menos, sospechoso régimen pro-ruso de Ramzam Kadyrov.
Uno de los mayores atractivos está en la excelente fotografía, mostrando los extraordinarios paisajes montañosos de Chechenia y Daguestán, además de las inveteradas costumbres de aquellos pueblos caucásicos. Todo comienza con un vehículo blindado del ejército ruso que es capturado por los insurgentes, tan solo sobreviven dos de sus tripulantes: un veterano escéptico y un asustado novato. En el subsiguiente secuestro, se establecen unas extrañas relaciones entre captores y cautivos, relaciones, al fin, entre seres humanos, al margen de los uniformes que vistan y las órdenes que cumplan.
En mi opinión, tal vez sea demasiado subjetivo, la película es antibelicista pues muestra la posibilidad de existencia de esas relaciones humanas que son siempre más interesantes que los dictámenes de los gobiernos, son más realistas y comprensibles... lo de los gobiernos son simples incomprensiones y ladridos efectuados desde cálidos despachos a miles de kilómetros del conflicto.
Las actuaciones son correctas, nadie desentona pero tampoco deslumbra, (como anécdota, el actor protagonista principal, hijo del director, Sergei Sergeyevich Bodrov, moriría pocos años después de rodar la película junto con otros actores en un corrimiento de tierras también en el Cáucaso, en Vladikavkaz). La fotografía es, ya lo dije, lo más destacable, y, para mí, la sensación de eternidad que transmiten las imágenes de altos picos nevados y pobres aldeas de los valles.