Otra novela más que leo del Premio Nobel de literatura de 1978, y van unas cuantas la verdad. Vuelvo a disfrutar con una prosa sencilla, fácil y rápida, pero con una pulcritud y corrección que hoy en día no se alcanza. Los temas son los típicos de Singer: por un lado las vidas enrevesadas de supervivientes de la Shoah que, tras dejar atrás (parcialmente, nunca en el recuerdo) las atrocidades vividas en Europa, se aprestan a vivir, en el sentido más amplio de la palabra, una nueva vida en Estados Unidos; pero por otro lado, las novelas de Singer siempre tienen como tema recurrente el sentido de la vida, la razón última de la existencia. Así, los personajes se debaten entre vivir como animales (comiendo como bestias, fornicando como alimañas, acumulando dinero como usureros...) y sentir como ángeles (despreciando lo material y apegándose a lo espiritual). Todos los protagonistas están disociados, fracturados irremediablemente, esto los lleva al sentimiento de culpa, muy semejante en los judíos a el de los católicos, que los atormenta sin fin.
El protagonista, Hertz Dovid Grein, antiguo niño prodigio en Europa, hoy reconvertido en agente de la bolsa neoyorquina es un hombre en crisis. Se debate entre tres mujeres que lo llevan y lo traen como a un pelele: está su mujer legítima, Lea, con la que tiene dos hijos ya adultos con los que no consigue tener comunicación efectiva; Ester, su amante desde los tiempos de Polonia, con la que tiene relaciones esporádicas; y para rematar con Anna, la hija de un amigo, también superviviente del Holocausto. Él entiende que su juego a tres bandas ofende a toda interpretación moral, sobre todo habiendo tenido una infancia religiosa con estudios en la yeshivá local, pero es incapaz de romper con ninguna de ellas, es como un adicto que abomina de su adicción pero se ve incapaz de superarla. En realidad, Grein es un hombre en crisis: ha perdido su fe en un Dios misericordioso, ha perdido su fe en hombres inteligentes y honestos, ha perdido su fe en el matrimonio y en la familia, ha perdido su fe en el trabajo intelectual, ha perdido su fe en la cultura... No tiene nada por lo que vivir, por lo que se deja arrastrar de un lado a otro. Tras una vida de disipación, Hertz Grein buscará la salvación en una suerte de retiro espiritual en lo que le quede de vida, primero en una granja aislada del Medio Oeste de Estados Unidos, y finalmente en Israel.
Como tantas veces en la llamada "narrativa de ficción", no todo es ficción, de hecho, en las novelas de Singer son tan frecuentes estos tipos que "sufren" los embates del sexo femenino que uno se pregunta si no son alter ego del Nobel del 78, que una vez llegó a confesar que en la mitad de su vida las pasiones carnales lo atribulaban sobremanera.
Y además de todo esto, como antes decía, está el tema de los supervivientes de la barbarie que llevó al asesinato sistemático y organizado de seis millones de judíos. Contra lo que pueda pensarse en un juicio apresurado, los sentimientos que inundan los corazones de los supervivientes no son tanto de odio y afán de venganza como de culpabilidad. Sí, los supervivientes sienten culpa por haber sobrevivido a sus mujeres, maridos, hijos o padres, sienten remordimientos por poder seguir disfrutando de la vida mientras los otros fueron asesinados. Puede parecer paradójico, pero estos sentimientos son los que llevaron a muchos judíos a ponerlos por escrito, a dejar testimonio del salvajismo al que puede llegar el ser humano, pero también a escrutarse para poder comprenderse y poder seguir viviendo. Pienso ahora en autores que sufrieron la Shoah y que eran tan distintos como Primo Levi e Isaac Bashevis Singer. El propio Levi decía que, al volver de Auschwitz, sentía la necesidad de contar todo lo que había vivido, de vaciarse en el papel para poder conciliar el sueño. La brutalidad de lo experimentado exigía un esfuerzo intelectual igualmente extremo. Esperemos que los lectores seamos suficientemente inteligentes como para escarmentar en cabeza ajena, que no olvidemos que todo lo que ha pasado puede volver a suceder, que no existe un ser humano que esté libre de ejercer violencia sobre su prójimo; que la lectura de estos autores sirva, en definitiva, como una vacuna frente a la violencia y la intolerancia.