Trigésimo sexta novela de la serie del Mundodisco, ese extraño mundo que descansa sobre los lomos de cuatro inmensos elefantes que, a su vez, se sitúan sobre la concha de la tortuga cósmica la Gran A'Tuin, ese mundo, en definitiva, tan parecido al nuestro, con sus miserias, sus vanidades, sus estupideces... nuestro mundo, vaya. En esta serie de novelas, Terry Pratchett ha parodiado el orden social establecido, los sistemas de valores humanos, la religión, la política, el estamento militar, el periodístico, el académico... ahora le toca a uno cuya diana se antoja muy a tiro de la fina inteligencia del inglés: la banca y los asuntos financieros.
A Terry Pratchett, creo que lo he escrito con anterioridad, se le puede leer de dos maneras (habrá quien diga que de tantas como lectores existen, y no le faltará razón): la meramente lineal, siguiendo un argumento bien urdido, con sus protagonistas y antagonistas principales, y otros secundarios que permanecen en una suerte de niebla de la que serán rescatados para otra novela; o bien se puede leer con la experiencia que dan los años, leyendo entrelíneas el fino humor sarcástico que no deja títere con cabeza. Esta última forma de lectura permite considerar a Pratchett como un verdadero iluminador del intelecto de su lector, alguien que rompe todas las estúpidas convenciones que hacen creerse un semidiós al ridículo mono con pantalones. Diré que Pratchett no es para todos, la mayoría de los lectores (todos, por ejemplo, los que leen esa basura llamada "novela histórica") no alcanzarán a entender la burla, en buena medida porque ellos mismos son objeto de la burla. Para los demás: que nos aproveche...
Argumento de Dinero a mansalva: Húmedo von Mustachen, timador simpático pero sin escrúpulos, gran conocedor de la codicia humana y de cómo aprovecharse de ella, fue salvado de la horca y promovido a director de Correos por el propio gobernante (tirano, en realidad) de Ankh Morpork, Havelock Vetinari. Ahora, Vetinari tiene más planes para el antiguo estafador, quiere convertirlo en director de la Casa de la Moneda y del Banco principal de la ciudad. ¿filantropía o simple bondad por parte del patricio? No, Vetinari no sabe el significado de esas palabras. Lo que el patricio quiere es deshacerse de la familia Espléndido, que poseen casi la mitad de las acciones del Banco y aspiran a controlar la totalidad. Húmedo von Mustachen será presentado a la anciana directora de la entidad, que se enamorará de su desparpajo, de su aparente falta de escrúpulos y de sus ideas revolucionarias, tanto que lo nombrará su heredero universal. Pero eso supone un 50 % de las acciones, el 1 % que desequilibrará la balanza hacia von Mustachen será Don Tiquismiquis, el pequeño perro faldero que es propietario de ese pequeño porcentaje. El perro también entra en la herencia de Húmedo, con lo que, quiera o no, Húmedo von Mustachen se convierte en máximo accionista y director de la entidad financiera. Esto provocará, claro, la ira de la familia Espléndido, que tratará por todos los medios de despojar al advenedizo de su botín. Como director del Banco, von Mustachen ideará la llegada del dinero en papel, algo que no será fácil de entender por los ciudadanos, acostumbrados al sonido tintineante de las monedas, pero no hay nada imposible para el antiguo estafador, con ayuda del patricio, claro.
Eses es el argumento, pero como antes decía, leyendo entrelíneas, lo que hace Pratchett es poner en la picota al estamento financiero, especialmente a las renombradas familias que acumulan un poder que sólo el dinero da, que hacen y deshacen a su antojo aparentando, encima, pureza moral, ellos, que son lo más putrefacto de la especie humana. Eso sí, Pratchett lo da a entender formando una sonrisa en la cara del lector, con sutilezas que ridiculizan a esta gentuza. La novela es, en definitiva, un alegato contra el dinero, el poder y la corrupción que esos dos elementos generan en nuestra sociedad.