Anoche la OSCyL estuvo dirigida por la batuta hongkonesa Elim Chan, directora asociada a esta orquesta desde la temporada 23-24. El programa no pudo ser más contrastante (en realidad, meter a Stravinski en cualquier programa ya contrasta con todo lo demás), por las suaves melodías románticas de Dvorak, a veces suaves, a veces enérgicas pero siempre concordantes, con la disonancia forzada e impactante de La consagración de la primavera de Stravinski. Pero vayamos por partes: Todos hemos escuchado con arrobo y delectación la Sinfonía del Nuevo Mundo, una obra optimista y alegre como pocas, reflejo, según parece, de la excelente acogida que recibió el compositor checo en Estados Unidos. Bien, el Concierto para violonchelo en sí menor que la OSCyL y el violonchelista ruso Ivan Skanavi interpretaron anoche sigue esas líneas optimistas de su obra más aclamada. Cuentan los musicólogos que, al igual que con la Sinfonía nº9 (del Nuevo Mundo), con esta también se puede trazar el estado anímico en el que estaba Dvorak, tras conocer el fallecimiento de una cuñada, de la cual se encontraba enamorado. Lo cierto es que sus tres movimientos: Allegro, Adagio, ma non troppo y Finale, Allegro moderato fueron compuestos también en Estados Unidos, aunque incluyen melodías folclóricas checas, algo habitual en el llamado "nacionalismo musical" que inundó el Romanticismo. El virtuosismo de Skanavi levantó a los espectadores, especialmente con el bis, una obra del chelista siciliano Giovanni Sollima.
Pero después del descanso vendría la obra rompedora, la que no deja indiferente a nadie (ayer tampoco, ahora lo cuento), La consagración de la primavera de Igor Stravinski, esa obra que provocó un escándalo en su estreno en el Teatro de los Campos Elíseos de París. Bien, ayer no provocó un escándalo porque desde su estreno en 1913 se ha representado tantas veces que la mayor parte del público está curado de espanto. Con todo, entre las dos grandes secciones (no se puede decir propiamente, movimientos) un tipo cerca de mi localidad, en la platea par, salió con aire enfurruñado y, al franquear la puerta de salida más próxima, le dijo al empleado de turno en un tono audible más de la cuenta "me sangran los oídos", así como lo cuento ocurrió. Bueno, al margen de ese fulano que probablemente no sabía dónde estaba, La consagración de la primavera es una obra escénica, ideada para ser representada junto con un ballet, ballet con movimientos bruscos y espasmódicos en los que se describen los primitivos rituales de primavera de las tribus precristianas rusas que acaban con un sacrificio humano. Sin tener ni idea de música, sin saber quién era Stravinski, sin tener siquiera un poco de curiosidad pero con el ballet se entiende perfectamente la música discordante, explosiva y violenta que compuso Stravinski. Y es que la música escénica debe siempre interpretarse junto con la danza o la actuación correspondiente para que, en esta obra, muestre cómo compiten los jóvenes entre sí, cómo bailan las adolescentes, cómo se enfrentan con otras tribus rivales, cómo evocan a los ancestros y cómo acaban sacrificando a una joven virgen. Algunas obras escénicas se entienden mejor o peor sólo con la música, pero es más fácil entender la Cabalgata de las Valkirias, por ejemplo, con la correspondiente escenificación que sin ella, aun cuando la propia melodía wagneriana ya es suficientemente explícita. Esto no ocurre con La consagración de la primavera, si no se ha leído sobre ella, si no se ha visto el ballet, si nadie le ha contado a uno nada al respecto es fácil que espere una primavera como la concebía Vivaldi, y claro, nada que ver... En todo caso, incluso sin la escenificación, La consagración de la primavera es una obra impactante, eso no se puede dudar, poderosa e inolvidable. Es, por otro lado, un verdadero espectáculo ver la orquesta sinfónica al completo, con sus más de cien componentes, con las secciones de viento-metal y de percusión a tope, ejerciendo todo su potencial.
En fin, otro concierto memorable, otra pequeña "pica en Flandes" que supone la representación de grandes obras de música culta con músicos de primera categoría en una ciudad y una sociedad que no parecen especialmente dispuestos a cultivarse voluntariamente. Quien tenga entendimiento que entienda.