sábado, 28 de septiembre de 2024

"Composition Book", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

Image taken from the website www.incidentalcomics.com

"Victoria", de Knut Hamsun.

  No es una de sus primeras obras (de hecho, siempre se tomó por la primera Hambre, un relato difícil de digerir), no, Victoria fue publicada en 1898, cuando el autor noruego ya había publicado varias obras de gran éxito, pero, en mi opinión, esta novela breve adolece de superficialidad y simpleza, algo que no había observado en otras novelas de Hamsun. Nada que ver con otras obras como La bendición de la tierra (1917), Misterios (1892), El círculo se ha cerrado (1936) o Pan (1894) en la que la maestría narrativa del Nobel de 1920 lo deja a uno con la boca abierta. He citado esas cuatro novelas por el orden que yo considero de excelencia; sí la primera es una de las mejores novelas que he leído, una obra primordial que retrata al ser humano desenvolviéndose en su medio con una sencillez y una genialidad como el Génesis narra la creación del mundo. 
 Con todo, en Victoria se aprecian las características estilísticas, argumentales y temáticas que elevaron al parnaso literario al noruego. Tales son la prioridad de los sentimientos de los personajes, cómo éstos son tratados como protagonistas en sí mismos; el monólogo interior del personaje principal, que dota de redondez al mismo, al notar el lector que el personaje va evolucionando en su pensamiento con el paso del tiempo, tal como ocurre en la realidad; también el dominio de lo tempestuoso en las relaciones personales, con altibajos bruscos (estereotípicamente impropios de los escandinavos). La forma es bastante plana, sin ampulosidades ni pedanterías, una prosa sencilla, poco adjetivada, más narrativa que descriptiva.
 He de hacer un inciso en cuanto a la traducción. La edición que he leído es del Círculo de Lectores (Plaza & Janés) de 1958, la traducción de Berta Curiel. Ignoro con que antelación a esa fecha fue traducido el texto, pero se hizo de un modo que hoy parece anacrónico y ridículo. Entiendo que, igual que otras profesiones, la traducción también se ve sometida a modas que cambian más o menos rápido, de modo que lo que hoy se considera canónico era inapropiado hace tiempo y viceversa, pero he de reconocer que me ha sorprendido leer todavía los verbos reflexivos con el pronombre incluido en el verbo: "púsose", "oyole", "presentose"... También hay expresiones arcaicas como "venía en derechura hacia él", en lugar de "venía derecha hacia él", o llamar "castellana" a la hija del señor del castillo; por no hablar de la traducción de los nombres propios, algo que no se hace desde vaya usted a saber cuantos decenios, así, el protagonista principal, Johannes, se convierte sin más ni más en Juan. Ciertamente no es importante, pero a veces lo saca a uno de la concentración necesaria para la lectura.
 El tema principal de Victoria es el amor imposible entre dos jóvenes. Imposible por la diferencia de clase social, terrateniente ella, molinero él, a pesar del rendido enamoramiento que se profesan. A esta situación se suma el hecho de que la familia noble, aun poderosa, está arruinada y planea salir de las deudas casando a la joven Victoria con el heredero de una adinerada familia local. Ella, responsable ante la desgracia familiar, rechaza al bueno de Johannes (Juan en la versión castiza del Círculo de Lectores) e incluso le presenta a una amiga, Camila, para que sea su sustituta. El rico heredero, Otto (aquí no hubo bemoles de traducirlo por "Otón"), morirá en batalla, dejando a Victoria sola y triste. Tan sola y tan triste que enfermará y morirá en pocos años. Todo esto, claro, narrado como lo narra Hamsun, con multitud de idas y venidas, de dimes y diretes, de altibajos, de correspondencias, de gestos, de encuentros, de desencuentros... En fin, un dramón esto del desamor.
Knut Hamsun en 1944. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
 Vamos que si no fuera por la calidad literaria de Hamsun (aunque, ya dije, esta novela no llega a su media habitual) podría pasar por una novela de Corín Tellado, de esas que devoraban orondas matronas españolas en la segunda mitad del siglo pasado. Francamente, lo que menos me ha gustado de, por otro lado, mi admirado escritor noruego.

Primer concierto de abono de la temporada 24-25 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León.

  Otra temporada más en el Auditorio Miguel Delibes, otro desafío más de seguir fomentando la música culta en un territorio tan poco prono a ella como Valladolid o Castilla y León, otro año más retando a la zafiedad dominante en la sociedad, otro año más...
 El concierto de hoy ha sido dedicado a la violinista Mónika Piszczelok, recientemente fallecida. Aparte de tan sensible pérdida, la OSCyL sigue siendo básicamente la misma, dirigida por el suizo Thierry Fischer. Para comenzar la temporada se ha elegido música muy española: Falla, Bizet (sí, ya sé, francés, pero con obras como Carmen o L'Arlésienne, muy influenciado por el sur de su país y el nuestro), además de Sarasate y Gabriela Ortiz. Se salió del programa, sin embargo, Joaquín Rodrigo, cuyo Concierto de Aranjuez iba a ser interpretado por el virtuoso guitarrista Pepe Romero. Una emergencia médica familiar ha imposibilitó su presencia ayer en Valladolid, con lo que fue sustituido por la violinista Leticia Moreno y Rodrigo por Sarasate y su Fantasía sobre temas de la ópera Carmen.
 No creo que haya nadie, ni siquiera los que detestan la música clásica, que no haya escuchado alguna vez los primeros acordes de la Suite L'Arlésienne de Bizet. Es con mucho su obra más conocida, y, aunque los primeros acordes presumen su talante enérgico y brioso, luego contiene frases musicales de una dulzura y una melosidad que sólo los compositores del Romanticismo supieron crear. En concreto, el solo de saxofón alto no tiene precio, es de una afabilidad que acaricia el corazón, una belleza sin par colocado en un pentagrama. También típico del Romanticismo es incluir melodías populares, puesto que de las clases populares están extraídos los personajes narrados. La obra musical, ya se sabe, se inspira en el relato homónimo de Alphonse Daudet, incluido en su archiconocido Cartas de mi molino. Trata de amores y desamores de dos jóvenes campesinos de la meridional región francesa. La música de Bizet encaja perfectamente con los sentimientos arrebatados de los protagonistas, que oscilan entre el enamoramiento romántico más meloso, el apasionamiento animal y la desesperanza más absoluta que aboca al suicidio.
 Cambia la obra (pero no el tema) con Sarasate, pues se interpreta la Fantasía sobre temas de la ópera Carmen, del compositor francés. El navarro, bien es sabido, además de compositor fue violinista, decantando su predilección por el más pequeño de la familia de las cuerdas, con lo que no es extraño que esta obra orientara hacia el lucimiento de dicho instrumento. Leticia Moreno es la encargada de desgranar las virguerías que Sarasate compuso.
 Después del descanso, para despertar a la gente (o para reconducirla al concierto, porque el respetable estuvo ayer especialmente propenso a la charla de reencuentro con otros espectadores), Kauyumari, de la compositora mexicana Gabriela Ortiz, pieza de una extraordinaria fuerza, que despliega toda la intensidad de la percusión y el viento metal llevando a la sala a un clímax musical.
 Pero, al menos en mi opinión, el plato fuerte es la última obra, El sombrero de tres picos, de Falla. Lo mismo que dije de L'Arléssienne se puede decir ahora: contraste sublime entre melodías enérgicas y otras suaves, inclusión de frases musicales sacadas de canciones populares... Falla descollaría de entre los compositores del Romanticismo en eso que fue llamado el "nacionalismo musical" (dicho sea de paso, el único nacionalismo no agresivo ni jingoísta) que añadía tonadas populares en sus obras, elevando así aquéllas a la categoría de música culta. En El sombrero de tres picos, Falla incluye un fandango, unas seguidillas, y varias danzas, entre ellas la famosísima jota de la segunda suite, con la que acaba la obra, que deja un sabor extraordinario en los espectadores.

lunes, 23 de septiembre de 2024

"La decisión de Sophie", de William Styron.

  Supuestamente, una de las grandes novelas norteamericanas del siglo XX. Y, en cierta forma, lo es. Al menos por el evidente afán de Styron de crear una gran novela que impactara tanto en público como en crítica y cuya fama se prolongara varios decenios más allá de su publicación. Yo le daría un sobresaliente en la forma, pero no llega al notable en el argumento y temas. Es una novela de casi setecientas páginas que puede considerarse un monólogo interior (está escrita en primera persona), que puede llegar a ser un tanto cansino y pusilánime (tal vez toda reflexión demasiado larga y sin acción consecuente dé la sensación de pusilanimidad). Lo cierto es que, además de la narración (con muy pocos diálogos, casi todo son descripciones) también hay farragosas disquisiciones sobre el mal que convierten por momentos al texto en una suerte de ensayo, hasta el punto de incluir numerosas citas académicas. Pero, para ser justo, el estilo narrativo es exquisito, con una riqueza de vocabulario amplísima y un uso de oraciones subordinadas que llega a ralentizar notablemente la lectura. Esto con respecto a la forma.
 Con respecto al argumento y temas, la novela es rica y está muy bien hilada. Diré que el argumento principal es la terrible experiencia de una superviviente del holocausto, concretamente del campo de exterminio de Auschwitz. Entre los temas, claro está, destaca la capacidad de ejercer el mal que el ser humano tiene sobre sus semejantes; pero también está el conflicto cultural y social que existe entre el norte y el sur de los Estados Unidos, conflicto que no parece superarse aunque fuera dirimido en la Guerra de Secesión hace casi doscientos años. También el racismo, no sólo de los nazis hacia los judíos y cualquiera no ario, sino también hacia los negros, especialmente en el "sur profundo" del país americano. Por último, es una novela en la que la sexualidad está permanentemente presente, de una forma tan explícita que acaba siendo incómoda de leer. En este sentido, la novela fue publicada en 1980 y recibió muy acerbas críticas por la falta de necesidad de descripciones genitales propias más de un tratado de andrología o ginecología que de un texto narrativo.
 Grosso modo, el argumento narra las peripecias de un joven de veintidós años, sureño de nacimiento y origen, que, con la intención de convertirse en escritor profesional, arrienda una habitación en una casa de huéspedes de Brooklyn, Nueva York. El joven, apodado Stingo (de Stinky, apestoso), es inmediatamente atraído por otros huéspedes de mayor edad, Sophie, una superviviente del holocausto, polaca, y Nathan, su pareja, un presunto científico de origen judío. Desde el primer momento, Stingo se ve arrollado por la fuerza del carácter de sus amigos, especialmente de él, que bascula entre la cordura activa y la demencia agresiva. Sophie, por su parte, atrae a Stingo más desde un punto de vista erótico-romántico que de su carácter, aunque en todo momento la narración de las penurias y barbaries sufridas en el campo de concentración marcan la novela. En este sentido, La decisión de Sophie describe exhaustivamente las salvajadas cometidas por los elementos de las SS al mando del campo, así como de su comandante, el infame Rudolf Höss, uno de los más despreciables asesinos que la especie humana ha generado. Es en este momento cuando la novela se "pierde" un par de capítulos en profusas digresiones sobre el origen del mal en el ser humano y su capacidad para abajar al hombre al nivel del ser más vil que ha hollado la faz del planeta. La relación de Stingo con sus compañeros sufre cuantiosos vaivenes, sobre todo por la imprevisible actitud de Nathan, con coléricos ataques que lo convierten en un verdadero maltratador, ejerciendo violencia física en varias ocasiones contra Sophie.
 Con respecto a la razón del título, se explicita en el penúltimo capítulo, cuando Sophie narra la brutalidad de un alcoholizado oficial médico de Auschwitz, que la obliga a elegir entre salvar la vida de uno de sus dos hijos, Eva o Jan. La superviviente polaca, incapaz de dar respuesta a tan insensible petición, acaba por elegir, en un grado de estupor cercano a la inconsciencia, la vida de su hijo, siendo la hija ejecutada momentos después.
 A medida que avanza la novela se aclara que el comportamiento de Nathan no puede ser sino producto de una enfermedad mental esquizoide, lo cual acaba siendo corroborado por su hermano, Larry, quien informa de que Nathan no es en realidad científico, sino que fanfarronea con su titulación académica y su trabajo en una farmacéutica, cuando en realidad es un enfermo mental que ha estado recluido en varias ocasiones. La agresividad de Nathan va a más, lo cual lleva a Stingo y Sophie a huir hacia el sur con la idea de no volver a Nueva York más, pero ella está perdidamente enamorada de él con un insano amor que la lleva a regresar a Nueva York y a Nathan para finalmente cometer suicidio conjunto.
 Es, ya digo, una novela de gran calado, entiendo que la maquinaria editorial estadounidense y la crítica académica la elevaran a la gloria literaria del siglo XX. Tiene fallos, es mejorable, pero todo lo humano lo tiene, es la esencia que nos aleja de la divinidad. Entiendo que es una novela de lectura obligatoria para comprender los derroteros de la narrativa estadounidense de finales del siglo pasado, así como que añade un conjunto de argumentos fundamentales a la maldad concentrada que supuso el holocausto y, en general, la brutalidad del nazismo.

domingo, 22 de septiembre de 2024

Equinoccio de otoño

 

Brueghel el Joven, Peter. (1564-1638). Las cuatro estaciones. Otoño. (Óleo sobre tabla). Bucarest, Museo Nacional de Arte de Rumanía.
Image taken from the website www.mnar.ro

sábado, 14 de septiembre de 2024

"Cándido o un sueño siciliano", de Leonardo Sciascia.

  Tan sólo es la cuarta novela que leo de Sciascia, pero ya empiezo a sentir la diferencia de calidad que hay en todos los autores. Normal, son seres humanos, no son perfectos, y algunas de sus obras son mejores que otras. Pero no puedo dejar de sentirme un tanto desilusionado cuando leo algo más flojo de un descubrimiento reciente. Esto me ha pasado con Cándido. Con todo, hay muchas características del siciliano que persisten en esta novela y que me gustan, como su afán de buscar segundas y terceras interpretaciones a  cuestiones que frecuentemente son explicadas con estereotipos y clichés; un cierto aire pesimista en la cosmovisión de los personajes (esto es especialmente notable en Cándido); un enfoque cristiano, al menos yo lo percibo, en los protagonistas; y, por supuesto, Sicilia, siempre Sicilia.
 Como es evidente y el autor se encarga de recordar en una nota final, la novela está inspirada por el Cándido de Voltaire, cuento filosófico que ironiza sobre la educación de un chico de familia acaudalada por su preceptor, Pangloss. El cuento de Voltaire ridiculiza las ideas de Leibniz y su optimismo filosófico. Sciascia pondrá en un brete las aplicaciones prácticas del comunismo y del cristianismo.
 Cándido es un muchacho siciliano, huérfano de padre (suicidio) y abandonado por su madre, que quedará al cuidado de su abuelo, antiguo militar fascista, reconvertido en diputado de la Democracia Cristiana. El abuelo nombrará un preceptor para su nieto, al arcipreste, don Antonio, un cura en profunda crisis religiosa, que acabará abandonando la Iglesia católica para abrazar el comunismo más ortodoxo. Con él discutirá los orígenes y finales del cristianismo y del comunismo. Juntos pasarán de la fe a la política, ingresando ambos en el partido. Finalmente, Cándido será expulsado del partido comunista, pero no por su origen (abuelo de la Democracia cristiana) ni por su situación socioeconómica (rico y terrateniente), sino por su heterodoxia política (un comunismo práctico que tiene mucho que ver con las virtudes evangélicas).
 Leonardo Sciascia es uno de esos escritores que claramente dejan entrever su personalidad en sus personajes, bien sea en sus caracteres , como en el caso de Cándido, con esa cercanía entre cristianismo y comunismo; bien en su profesión, alguno es profesor de instituto como él lo fue durante decenios; o incluso en la enfermedad que acabaría con su vida, el cáncer es un protagonista más en algún relato.
 Es un relato más flojo que los que anteriormente leí, tal vez por su excesiva dependencia de la obra volteriana que lo inspira, pero no deja de ser una lectura amable, con un punto de incitación a la reflexión que lo mejora notablemente.

jueves, 12 de septiembre de 2024

"La ópera de cuatro cuartos", de Bertolt Brecht.

  Tengo que decir que, aunque reconozco su papel innovador en la dramaturgia, considero que Bertolt Brecht está sobrevalorado. Es verdad que supuso un enfoque nuevo al teatro del siglo XX, que influyó sobre muchos dramaturgos contemporáneos... pero de ahí a decir que es el inventor del Teatro dialéctico o que antes de él no había teatro social o crítico... En fin. Tanto se ha elogiado a Brecht, que cuando uno lee sus obras espera tan alta calidad que fácilmente se siente uno defraudado. Así, Brecht ha pasado a la historia como "azote del poder", "agitador de conciencias", "revulsivo social"... Y, hombre, hay que reconocer que sus obras no son de mero entretenimiento (que también hace falta que las haya, ¡eh!), pero, vamos... El caso es que La ópera de cuatro cuartos cae en este cajón de sastre del Teatro dialéctico o épico que en tono de acerba crítica social pone en solfa la hipocresía dominante.
 La acción tiene lugar en el Londres victoriano, concretamente en los días de la Coronación de esa poderosa monarca. Todos los personajes forman parte de un lumpemproletariado pero con jerarquización y autoritarismo entre ellos. Está el jefe de los mendigos, Peachum, serio y vanidoso con su empresa que contrata personas con amputaciones para mendigar en las principales calles comerciales de la capital inglesa. Su actividad empresarial le reporta poder y prestigio social entre los suyos, siendo un personaje temido y odiado. Su hija, Polly, va a casar con Mackie Cuchillo, líder de bandidos. La boda se celebra con muebles robados y gran asistencia de toda la delincuencia local, aprovechando que la policía está ocupada con la Coronación de la reina; el jefe de policía, de hecho, está invitado a la boda. Peachum no consiente la boda de su hija con el criminal, por lo que convence al jefe de policía para que lo detenga con cualquier excusa. Se produce la detención de Mackie Cuchillo y su traslado a la prisión de Old Bailey, de la cual escapará con ayuda de carceleros corruptos y del gremio de prostitutas. Ellas lo protegerán hasta que vuelva a ser apresado y, ya sin dilación, condenado a la horca. Pero finalmente, cuando está a punto de ser ajusticiado, llega una orden real de la nueva monarca que no sólo lo libra de la pena capital, sino que además lo nombra barón y le otorga una renta vitalicia además de la posesión de un castillo.
 Evidentemente, Brecht está creando una sociedad paralela a la de la "gente bien", equipara los  honores sociales de los reyes con los de criminales, prostitutas y mendigos, criticando así la sociedad humana y sus burdas hipocresías. 
 Por otro lado, La ópera de cuatro cuartos nació como una suerte de obra musical, pues tiene varias canciones en cada uno de sus tres actos. Parece ser que Brecht tenía previsto que el insigne compositor y amigo suyo, Kurt Weill, compusiera la música que las había de acompañar.
 En fin, leída en 2024, esta obra no es tan rompedora como supongo que lo fue en 1928. Se reconoce la crítica sociopolítica, evidentemente, pero resulta un tanto ingenua.

martes, 10 de septiembre de 2024

"Obligación impuesta" y "Wondrak", de Stefan Zweig.

  ¡Y pensar que hay quién se aburre leyendo! Quien diga que no le gusta leer es que no ha tenido la paciencia de seguir buscando hasta encontrar el autor o autores, estilo o estilos, tema o temas que le atraen. Digo esto porque pasando de un autor contemporáneo de entretenimiento puro como Jonasson a un clásico (aunque haya fallecido hace poco más de ochenta años) de gran altura como Zweig le da a uno un vértigo semejante al que debe dar tirarse en paracaídas para caer al mar con traje de buceo y continuar buceando sin solución de continuidad. Quiero decir: disfruto leyendo autores de poca enjundia (perdón por el agravio) pero divertidos e ingeniosos, pero necesito leer a autores que estimulen mi intelecto. Y es que leer lo es todo. Leer te anima cuando estás hundido, te hace razonar si estás eufórico, te sitúa en el mundo cuando estás perdido, te acompaña cuando estás solo... Leer es vivir. Suena un poco cursi todo esto, lo sé, pero lo creo de veras. Y precisamente estos cambios de tercio tan bruscos te permiten comprobar la grandeza de la actividad intelectual más enriquecedora, porque si se cae en el error de desdeñar la lectura de autores más livianos acaba por perder uno el norte en el sentido más lato de la expresión.
 Bien, pues eso, que acabo de leer dos cortos relatos de Zweig (el segundo inconcluso, de hecho) y la conjunción de una prosa cuidada, refinada sin caer en el amaneramiento con argumentos de profundo calado (el pacifismo, el individualismo y la defensa acérrima de la vida humana) me reconcilian de nuevo con el "mono con pantalones" y su capacidad de elevarse por encima del resto de los animales.
 Obligación impuesta es un corto relato fundamentalmente antibelicista, escrito en una época de guerra (¿cuándo no lo es?), 1918, supone el rechazo absoluto de un pintor residente en Suiza cuando, desde el consulado de su país, se le insta a tomar las armas. Quizá por el estigma de la cobardía, insulto supremo de las mentes adocenadas  que todavía en aquella época podía llevar al ostracismo social, es la mujer del pintor la que más fieramente niega la barbarie militarista, defendiendo siempre la libertad individual. Como la prosa de Zweig es tan maravillosa, mejor copiar fragmentos del texto, como cuando Paula le dice a Ferdinand, su marido: 
 "El individuo siempre es más fuerte que los conceptos, sólo tiene que seguir siendo él mismo, seguir fiel a su voluntad. Sólo tiene que saber que es un hombre y querer seguir siéndolo, entonces esas palabras que lo rodean con las que ahora se quiere cloroformizar a la gente, patria, deber, heroísmo, esas palabras se vuelven pura cháchara, charlatanería que apesta a sangre, a sangre humana caliente, viva."
 Extraordinario, ¿no es así? Más adelante, Paula sigue convenciendo a Ferdinand para que rompa la citación con las siguientes palabras:
 "No dejaré que me arrebaten nada por un pedazo de papel, no reconoceré ninguna ley que lleve al asesinato. No inclinaré la cerviz por razón de la autoridad... Se puede pertenecer a un pueblo, pero cuando los pueblos se vuelven locos, no hay por qué seguirlos. Si para ellos no eres más que una cifra, un número, una herramienta, carne de cañón, yo todavía te siento como un hombre vivo, y no consentiré que te lleven."
 Incluso, ya a punto de coger el tren que lo sacará de la pacífica Suiza, el afecto de su propio perro le devuelve la humanidad que los militares y gobernantes le quieren arrebatar, Ferdinand piensa:
 "Todavía queda algo en la tierra que me ama y no me desprecia, pensó, para él todavía no soy una máquina, un instrumento para matar, no soy un débil voluntario, sino simplemente un ser con el que está hermanado por el amor. Acarició tiernamente con su mano la blanca piel una y otra vez. El perro se apretaba a él cada vez más, como si supiera de su soledad, ambos respiraban pausada y suavemente ante el sueño incipiente."
 Una vez más, es Paula quien tiene las ideas más claras, quien más rechaza los convencionalismos sociales, como cuando dice:
 "¡La gente! La gente -gritó airada-, ¿qué me preocupa a mí la gente? ¿De qué me servirán cuando yazcas muerto de un tiro o vuelvas a casa cojeando, hecho pedazos? Me río yo de la gente, de su compasión, de su amor, de su gratitud... Yo te quiero a ti como persona, una persona que vive libre. Te quiero libre, libre como corresponde a un hombre, no como carne de cañón..."
 Felizmente, Ferdinand, al ver circular un convoy de soldados franceses hechos prisioneros, muchos de ellos heridos, amputados, destruidos de por vida recapacita y, saltando en marcha del tren, huye de nuevo a los brazos de su mujer, a la paz verdadera de cualquier hombre, finalizando así:
 "Alzó la mirada y reconoció conmovido y con fe que para los hombres no rige más ley que la de la propia tierra: que, en realidad, no existe mayor obligación que la de estar unidos."
 En Wondrak es otra mujer, una madre, la que protege de la barbarie militarista al hijo de diecisiete años que es llamado a filas. Ella, una mujer que ha sufrido el rechazo de los suyos por un simple defecto estético, carecer de apéndice nasal, lo que la convierte para los maledicentes campesinos en "La Calavera", defiende a ultranza la vida del otro. El hijo, incluso, es producto de una violación brutal, pero daría su vida por él. Lo protege de la soldadesca porque lo siente destinado a más altas metas (por otro lado, ¿hay alguna meta más baja que ser carne de cañón?), como cualquier ser humano que tiene derecho a existir, a no ser asesinado y no tener que asesinar para sobrevivir.
 Son, pues, dos relatos extraordinarios, lúcidos e impactantes. Si todos fueran capaces de entenderlos haría más de cien años que no habría guerra alguna.

domingo, 8 de septiembre de 2024

"La analfabeta que era un genio de los números", de Jonas Jonasson.

  Cuarta novela que leo del autor de superventas sueco (aunque sea la segunda publicada en orden cronológico), muy parecida a las otras tanto en forma como en argumento. Pero es que, supongo, cuando un periodista y empresario de medios de comunicación decide publicar algo de lo que escribió en el pasado y tiene el rotundo éxito mundial que tuvo con su El abuelo que saltó por la ventana y se largó no tiene mucho sentido cambiar las formas. Ésta en concreto es igual de disparatada, azarosa, irónica, sarcástica y bienhumorada que las anteriores, demostrando que cualquier situación vital, por penosa que sea, puede enfocarse con positividad para no quedarse encallado definitivamente. En ese sentido, leer a Jonasson es un ejercicio de liberación y superación de complejos; en otro sentido, más formalista o académico, leer a Jonasson es simple entretenimiento, sin más aspiraciones. Cada cual enfoque su lectura como quiera.
 El autor sueco narra la vida de una limpiadora de letrinas de Soweto, Nombeko Miyaki, que, a pesar de no tener educación formal alguna, tiene gran aptitud por las ciencias, ganas de aprender y una cabeza muy bien amueblada. Esas características, combinadas con un mucho de buena suerte, la pondrán en contacto con el fracasado proyecto nuclear sudafricano y el servicio de inteligencia israelí que controla el proceso para acabar saliendo de África y recalar en un país tan poco prono a las armas nucleares como Suecia, donde, a pesar de todo, contactará sin querer con  las dos únicas personas que tienen tanta animadversión a la monarquía del país escandinavo y al establishment político como para querer detonar una bomba atómica en su país. Y así,  como sin quererlo, acaba una bomba nuclear de tres megatones en un desvencijado camión robado rodando por las pacíficas carreteras suecas. Finalmente, claro, no explosiona nada; para más inri de los anarquistas, el propio rey sueco y su primer ministro acaban por reconducir personalmente la situación, llegando a tener una relación de amistad con la huérfana sudafricana.
 Como en otras novelas, Jonasson, a pesar de lo surrealista del argumento, hila una trama relativamente fiel a la historia reciente de los distintos países, tanto Sudáfrica como Suecia, con personajes reales de los mismos, como Nelson Mandela, el rey Carlos Gustavo de Suecia o el primer ministro Fredrik Reinfeldt. Es interesante, porque esto aporta una cierta verosimilitud a una narración inverosímil, lo cual nos recuerda lo fácil que cualquier situación sesudamente reflexionada toma un derrotero inesperado por puro azar.
 Una lectura fresca y rápida, sin complicaciones, ideal para un verano agonizante.

sábado, 31 de agosto de 2024

"Twice Cursed". Relatos fantásticos de terror.

  Es claro que los archiconocidos cuentos tradicionales centroeuropeos no tenían afán formativo ni lúdico, sino el de amedrentar a los niños para que se portaran bien, fueran obedientes, no frecuentaran malas compañías, etcétera. Lo que ocurre es que a las últimas generaciones nos han llegado tras un doble filtro que ha dulcificado y tergiversado sus finales, haciendo de ellos relatos mucho más comerciales y vendibles para  público que ya no necesitaba las advertencias que daban. Porque los cuentos se crearon, probablemente, en la Baja Edad Media o principios de la Edad Moderna, cuando la vida, especialmente en el medio rural, era mucho más dura de lo que sería siglos después y no era extraño que los niños desaparecieran para no volver a aparecer jamás, por ejemplo. Es sabido que los que pasaron de la tradición oral al negro sobre blanco fueron los hermanos Grimm en Alemania y Charles Perrault en Francia (cronológicamente, en orden inverso de como los he citado). Éstos ya moderaron notablemente los finales de los cuentos, quizá, como dije antes, porque en su época la cosa no estaba tan mal como cuando se crearon y ya no era necesario meter tanto miedo a los niños, quizá porque fueran más rentables para la editorial de la época. Pero lo cierto es que los cuentos tradicionales centroeuropeos sufrieron una mayor modificación en el sentido de hacerlos menos duros, más pasables cuando fueron adaptados al cine, especialmente por un empresario, creador de un verdadero emporio cinematográfico llamado Walt Disney. Sí, así es, cuando los niños veían, desde los años cuarenta del pasado siglo, las adaptaciones de esos cuentos al cine no veían el peligro que se les quería anunciar, no había moraleja. Sí, es verdad que había "malos y buenos", pero éstos se salían siempre con la suya mientras que aquéllos salían escaldados. Cuando esos niños crecían, recurrían (los que tenían una cierta inquietud cultural, claro) a las versiones de Perrault y de los Grimm encontraban un final más acerbo y despiadado, pero de todos es conocido que los originales de la tradición oral eran mucho más duros aún. Bueno, pues la recopilación de relatos fantásticos de terror que comento va en el sentido contrario de lo que pasó en los últimos siglos: a partir de esos cuentos tradicionales, un grupo de reconocidos escritores de fantasía y terror los retuerce para sacar un final más sangriento y terrorífico, lejos ya de cualquier moraleja posible.
 Algunos de ellos son muy conocidos para los amantes del subgénero narrativo, como Neil Gaiman, quien inicia la lista en la misma portada; Joe Hill, hijo del afamado Stephen King; Mike Carey, notable entre los lectores de cómics; o Laura Purcell. Todos ellos, claro, anglófonos, toda vez que el inglés se impuso a partir del llamado Romanticismo Literario (lo que ellos llamaron "Literatura Victoriana) como lengua principal para este tipo de narrativa. La mayor parte de ellos han trabajado como guionistas para distintas plataformas de entretenimiento, bien adaptando obras propias o haciendo aceptables por el séptimo arte, así que los de la editorial no debieron dudar mucho cuando buscaron relatos para una antología de terror.
 En el volumen encontramos a una niña vampira que devora a su propio padre en "Snow, Glass, Apples", de Gaiman, evidentemente la inversión de Blancanieves (que siempre fue analizado como el afán de un padre de que su hija no llegara a la pubertad -simbolizando el pinchazo con la aguja y el sangrado con la primera menstruación-), precisamente cuando la niña llega a los doce años.  En "The Red Shoes", A. C. Wise adapta Las zapatillas rojas de Hans Christian Andersen, en la que una niña pobre tiene como toda herencia unas zapatillas rojas, que elige para calzar los principales días de su vida (Primera Comunión y Confirmación), hasta que descubre que están embrujados; los zapatos la hacen caminar a toda velocidad por bosques y pueblos, hasta que, arrepentida, pide perdón a Dios por su vanidad. Bueno, pues Wise va más allá y les otorga a las zapatillas vida propia, haciendo que la niña baile sin poder evitarlo hasta su muerte. "Wake", de Laura Purcell es la reinterpretación de La bella durmiente, continuando el cuento donde éste acaba, llegando la princesa a ser reina, dándole ahora un tono tétrico, muy alejado del dulce final del cuento recopilado por los Grimm
 Son modificaciones interesantes, muy diferentes de calidad, que aprovecha la creatividad del escritor en textos ya clásicos, una forma más de crear literatura.