Es curioso, en la breve presentación biográfica de Alianza Editorial se retrata al autor de la siguiente forma: "cultiva la narrativa, el ensayo, y el periodismo, pero a él le gusta calificarse como poeta". Es una descripción peculiar, pues nadie calificaría a de Villena como otra cosa que no fuera poeta... quizás esteta, pero principalmente poeta; cierto que ha publicado narrativa -la breve novela que tengo en mis manos es prueba de ello-, y ensayo y periodismo -modernamente mezclados de forma inseparable-, pero no cabe duda de que es poeta por encima de todo.
Esta breve novela, décadas atrás hubiera sido denominada relato, es una peculiar narración que integra la azarosa vida del poeta y pintor Aníbal Turena en las postrimerías de la Guerra Civil con los esfuerzos del propio narrador (trasunto de de Villena) en la búsqueda de información al respecto. El personaje es, tal vez, otro imaginado álter ego del autor, pues es, también, esteta, algo decadente, exquisito y, por encima de todo, homosexual.
En las distintas características que marcan a un escritor y por ende a todo ser humano, la orientación sexual es, sin duda, una de las más importantes, pero mientras para algunos es algo más íntimo, casi silente, para otros es algo omnipresente, verdaderamente definitorio de sí mismo. Este es el caso de Luis Antonio de Villena, cuya obra, poética o narrativa, siempre está preñada de personajes homosexuales, con una presencia de "efebos espartanos" -como los llama el autor- muy frecuente.
En cuanto a las formas, la narrativa de Luis Antonio de Villena es mucho más accesible que su poesía (aunque esta tenga tantos estilos al haber sido escrita ya en tantas décadas). Es una prosa rápida, casi periodística, sin la ampulosidad y barroquismo de la poesía (sobre todo aquella propia de su juventud, la del poemario Sublime solarium), los personajes, además de la persistente referencia a la homosexualidad ya citada, están delineados sencillamente, sin profusión de datos psicológicos. La búsqueda de la excelencia artística en cualquier aspecto de la vida es otra constante en su prosa, por eso le citaba antes como esteta. Supongo que, ante tal "necesidad" de búsqueda de lo bello, la narrativa, con sus prosaicas e incluso zafias necesidades de continuidad, es menos interesante que la poesía, que por su extrema sencillez, permite una mayor recreación estética.
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