Picnic extraterrestre es una potente novela breve de ciencia ficción, muy conocida y admirada por los expertos, pero totalmente ignorada por los principiantes en el subgénero que se limitan a George R. R. Martin, Stephen King y compañía.
Reconozco que yo llegué a esta novela a través de la obra más conocida de ese cineasta de culto soviético que fue Andréi Tarkovski: Stalker, una adaptación, por lo que puedo colegir hasta el momento bastante libre, que ha sido elogiada e imitada hasta la infinitud, no solo por su trama sino por la peculiar forma de hacer cine de Tarkovski, con su abundancia de planos-secuencia, la ausencia de banda sonora o la cantidad de minutos en los que no hay diálogo alguno.
Además de esa adaptación cinematográfica, la novela fue clara fuente de inspiración para un videojuego de la década pasada que causó furor, sobre todo en Europa, también denominado Stalker. En este caso las anomalías a los que los "stalkers" tenían que enfrentarse habían sido producidas por el accidente del reactor número cuatro de la Central Nuclear de Chernóbil. Así, la empresa ucraniana que desarrolló el videojuego juntaba dos grandes influencias: el holocausto nuclear y la desasosegante novela de los Strugatski. También reconozco que un servidor, que no es muy propenso a los videojuegos, se enganchó, sin embargo, a este Stalker. Shadow of Chernobyl que desarrolló la empresa GSC. El videojuego en cuestión (no soy experto pero tengo sentido común) era de una calidad excepcional, aunque supongo que el hecho de ser de origen ucraniano y no estadounidense frenó su éxito mundial.
Volviendo a la novela, los hermanos Arkady y Borís Strugatski recrearon un ambiente en parte típico de la Guerra Fría aunque no tuviera nada que ver con ella. La trama es la siguiente: en un país no concretado (se insinúa varias veces Canadá) han llegado extraterrestres, pero su civilización es tan superior a la nuestra que directamente nos ignoran, dejan un montón de basura a su partida, de ahí el aparentemente extraño título, y es que los extraterrestres se comportan como turistas indiferentes ante la miseria humana, y nosotros somos como ratoncillos que buscamos entre la basura que dejan, así de tremendo. Los humanos de la región crean un Instituto de Culturas Extraterrestres que en realidad no hace sino dar palos de ciego, un territorio pequeño queda perimetrado como "la Zona" y es allí donde aparecen cientos de artefactos de los extraterrestres. Se desarrolla un mercado negro y los stalkers arriesgan sus vidas para conseguir basura espacial y revenderla.
Es improbable que los hermanos Strugatski hubieran leído a Lovecraft cuando publicaron, en 1971, esta soberbia novela, sin embargo hay muchos puntos en común entre los soviéticos y el americano. Ambos describen mundos en los que criaturas muy superiores a nosotros cambian radicalmente nuestras vidas, pero no adrede: en Picnic extraterrestre los humanos somos como pobres insectos que descubren ignorantes a unos seres que ni siquiera se han preocupado por ellos; en los relatos de Lovecraft, los Grandes Antiguos y los Dioses Primordiales tienen planes en los que la humanidad es totalmente ignorada, no contamos para nada.
Igual que hablaba antes del videojuego inspirado en esta novela y su menor éxito por ser ucraniano, es indiscutible que si este "par de frikis" (a la fotografía me remito) que eran los Strugatski hubieran sido norteamericanos o europeos habrían tenido mucho más éxito que siendo soviéticos. Eso sí, en el ámbito soviético y del Pacto de Varsovia sí fueron muy leídos y admirados. Ahora Gigamesh, esa fantástica librería barcelonesa con aspiraciones a mucho más, entre ellas a editorial, nos facilita a los lectores en español una excelente traducción.